Robert Horacio Salazar Acosta, de 26 años, fue un joven creyente. En su tesis de grado, la dedicatoria iba dedicada, en primer lugar, a Dios, porque se sentía un bendecido. Luego venía su familia, su apoyo incondicional para conseguir las metas que se había propuesto en su vida. La primera, ser periodista.
Lo fue por ocho años en El Universo, solo interrumpidos el 2015, para cursar la maestría de diario La Nación de Argentina y la Universidad Torcuato Di Tella. No solo culminó con éxito la especialización, también ganó muchos amigos en el aula de clases y la redacción del matutino. «Lo queríamos mucho. Estamos muy tristes», comentó el periodista de La Nación Iván Ruiz. «Siempre estaba de buen humor y escuchando música», recordó.
Regresó al diario guayaquileño y cubría la sección política, un área que dominaba y que era de su especial interés. «Es realmente desesperante ver cómo sufren los venezolanos en su país. Con el estómago vacío, miles hacen filas interminables afuera de los supermercados para comprar algo que puedan llevar a casa y dar de comer a sus familias», comentó el pasado mes de junio sobre Venezuela. También le preocupaba la situación que atraviesa Argentina. Y, como no, lo que pasa en Ecuador.
La tarea del periodista la tenía clara: «Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas«, era su lema. La idea era seguir en el oficio durante muchos años, en las calles como reportero y, si le daban la oportunidad, en las aulas como profesor.
Hasta que llegó el 7 de noviembre. Robert salió de su casa hasta su trabajo y en medio camino, se topó con dos asaltantes. Estaban armados y querían su celular. En Guayaquil, no es una casualidad o un hecho aislado que ladrones maten por un teléfono. Ha ocurrido antes y, por desgracia, también ocurrió con el periodista que recibió un tiro certero que lo mató. Todo a la luz del día, con testigos que observaron impávidos. Y con los culpables huyendo en bicicleta por la ciudadela Nueve de Octubre, en donde tras escuchar el disparo salieron los vecinos para decir que los robos son comunes, unos más violentos que otros, con o sin víctimas fatales.
Cuando pasan estas desgracias, se habla mucho de los últimos mensajes. El último que colgó en su muro de Facebook el pasado 3 de noviembre dice, simplemente, «En el cielo», acompañado de la foto de un paisaje. Y el anterior, puesto minutos antes, era una invitación a ser feliz: «Un día sin sonreír es un día perdido».