La paciente no hablaba mucho, pero tenía labilidad emocional, que no es otra cosa que los cambios rápidos de expresión afectiva: pasar de la risa al llanto y nuevamente a la risa. A eso se le suma la angustia, sentimientos y pensamientos de desesperanza. Su cuerpo temblaba y no hacía contacto visual. Pensaba que su futuro era catastrófico y una salida podía ser la muerte.
Un cuadro difícil. Este informe de salud mental de la paciente fue realizado en febrero de 2020 en el hospital del IESS de Riobamba y a decir de ella, todo comenzó después de haber sido víctima de un abuso sexual, ocurrido en su lugar de trabajo, la oficina de la Secretaría de Riesgos ubicada en la capital de Chimborazo. El hospital envió su informe a la Fiscalía, que abrió la investigación previa. Era el 20 de febrero del 2020.
Los hechos que relata la paciente habrían ocurrido en octubre de 2019 y el señalado era su jefe, un comunicador social. Ese día eran las 00h45 y a esa hora regresaron con otros compañeros de una larga jornada laboral en Pastaza. Ella fue al baño y estando allí, fue sorprendida con el ingreso del acusado, quien comenzó a besarla y tocarla: «Yo le decía que no lo haga, porque tenía su esposa e hijos. Él me respondía que no piense en eso». Luego la agarró con fuerza de su cabello y consumó el abuso: «Tuve que dejarme porque me daba miedo que reaccione mal y en ese momento no había nadie en la institución».
De esto fue informada la máxima autoridad de la Secretaría de Riesgos de entonces, Alexandra Ocles, quien le ofreció «apoyo en todo» a la denunciante. Ella quería el cambio administrativo para Loja y evitar así a su abusador. Ese traslado no se dio.
El acusado contrató para su defensa al estudio jurídico Fandet de Riobamba, que ha sido señalado en los últimos meses como parte de la trama de corrupción en el caso Metástasis por la compra de fiscales y jueces. Y después se fue a trabajar en la Asamblea Nacional, como asesor en Comunicación de la legisladora por Chimborazo, Patricia Núñez.
Núñez recuerda este caso y que habló por teléfono con la denunciante: «Nunca la conocí, nunca me pasó una denuncia, nada del proceso», dice la legisladora. Y que lo que hizo fue reunirse con el acusado y pedirle la renuncia, «porque no podía hacer más». Y eso pasó, el comunicador dejó su despacho, lo que ocurrió en el periodo anterior de la Asamblea.
En la Fiscalía, durante casi cuatro años, la indagación previa no ha pasado de ser eso. Ahora la afectada teme que se archive definitivamente todo y aquello le resultará ser la más grande injusticia. Ella sigue buscando ayuda, tocando puertas de gremios de mujeres y de medios de comunicación. No duda en viajar de Riobamba a Quito para entregar a quienes les interese los papeles de su proceso.
Y cuando llega al punto de encuentro, aparece temerosa, frágil. Habla bajito. Al verla tan vulnerable y afectada, es difícil no creer en ella, pero está convencida que la Justicia no le está dando crédito. Su vida no ha vuelto a ser la misma desde entonces, pero ahora está claramente consciente que debe salir de ese hoyo profundo: «Llegué a pensar en la peor de las decisiones, pero mi ángel de salvación fue mi pequeña hija. Por ella haré todo, por ella vale la pena volver a vivir». #LaHistoriaDelDía