Cuatro años después de la catástrofe, los 3.000 millones de dólares destinados a levantar Manabí, están por acabarse y ni un solo hospital ha sido concluido. Mucho se gastó en lo no prioritario y demasiadas necesidades quedan pendientes. Todo envuelto con denuncias de corrupción.
Por Marlon Puertas
¿Qué duele más: el olvido o la ingratitud? El bombero Jaime Mendoza, de 41 años, no duda en la respuesta. La ingratitud, seguro. Aunque el olvido no se le queda muy atrás.
Jaime lleva 13 años apagando incendios y rescatando gente en Pedernales, pero el 16 de abril de 2016, le quedó marcado. Como a todos en Ecuador.
“Estaba de turno. Y cuando pasó el terremoto salimos corriendo a ayudar. No sabíamos ni por donde empezar. Vimos a un hombre atrapado entre los escombros de un edificio de tres pisos. Lo estaba aprisionando un gran estante. Lo rescatamos, después de haber sacado con las manos hasta la última piedra que le impedía liberarse. El hombre sobrevivió”.
Cuatro años después, el rescatado -quien es periodista- sigue comentando por la radio de Pedernales y, cuando recuerda el 16A, agradece “al señor alcalde” de entonces por haberle salvado la vida. “Qué ironía”, susurra el bombero. Este cantón es pequeño y las personas se cruzan con frecuencia por las calles. “Y cuando me ve, nunca se me ha acercado ni me ha dicho nada. Y claro que sabe quien soy. Cuando lo rescataba, nos miramos a los ojos. Y esos momentos no se pueden olvidar”.
El olvido no quiere quedarse muy atrás de la ingratitud, decíamos. Y eso se palpa en las instalaciones improvisadas, un galpón, en el que cuatro años después del terremoto siguen haciendo guardias el bombero Jaime y sus diez compañeros. Duermen sobre colchones viejos y rotos, en cuartos calurosos. En Pedernales no hay un cuartel de Bomberos, pero tampoco hay un hospital, ni un edificio para la alcaldía, razón por la que el alcalde parece un errante. Y al recordar que este cantón de Manabí fue el epicentro de lo una de las grandes tragedias del país, queda una explicación como deuda. Pero al saber que casi se han gastado tres mil millones de dólares para reconstruir las zonas afectadas de Manabí y Esmeraldas, la lógica pierde su sentido.
EXACTAMENTE: 2.976 MILLONES
Esa es la cifra que se ha gastado hasta el momento, que para ser precisos, entrega Elizabeth Molina, presidenta del Comité de Reconstrucción y Reactivación Productiva, que se creó en el gobierno de Rafael Correa, luego del terremoto. Y Molina es una de las que se declara sorprendida por esa cantidad de dinero invertido, que no se ve reflejado en la realidad actual de su provincia. “Me llama la atención y me preocupa, más que como funcionaria, como manabita. No cuadra esa cantidad de dinero con la realidad”, dice.
Y más llamativo todavía es cuando se hace notar que cuatro años y tres mil millones después, en Manabí no se ha terminado de construir ni un solo hospital. En Pedernales ni siquiera empieza y tienen que arreglárselas con un Hospital Móvil. En Bahía de Caráquez comenzó hace poco la construcción. En Chone está avanzado, en Manta siguen con el hospital Rodríguez Zambrano que se cae literalmente a pedazos, poco a poco. Si esos hospitales ya existieran, habrían servido el doble para la emergencia actual que soporta el país por el coronavirus. Pero la pandemia mundial ha encontrado a Manabí más indefenso que nunca. O como siempre, agrega la funcionaria del Comité.
¿Por qué no se priorizó la Salud? “Esa es la pregunta que nos hacemos todos los manabitas”, dice Molina. El exsecretario técnico del Comité, Carlos Bernal, quien ahora es investigado por peculado por su gestión al frente de la Secretaría del Agua durante el anterior gobierno, también ha reclamado por el hecho de que no se hayan construido los hospitales, algo de lo que él estuvo a cargo en el correísmo y también en el mandato de Lenin Moreno, hasta diciembre de 2017. Bernal, quien ahora vive en los Estados Unidos, sostiene que dejó todo listo para la contratación cuando dejó el cargo, estudios y financiamiento incluidos.
QUE VENGAN LOS MILLONES
El Comité de Reconstrucción nació tras un decreto firmado por el presidente Rafael Correa el 26 de abril de 2016, apenas diez días después del terremoto. Y Correa puso al frente de la nueva oficina técnica al vicepresidente Jorge Glas. Luego vino la aprobación de la Ley de Solidaridad -que subió el IVA al 14 por ciento, entre otras medidas- para alimentar de los fondos necesarios al Comité, a los que se fueron sumando donaciones y préstamos internacionales. Debido a la solidaridad que se generó tras la tragedia, no fue complicado reunir tres mil millones.
El trabajo del Comité presidido por Bernal se apuró en los últimos días del gobierno de Correa. Dos días antes que entregue el poder a Lenin Moreno, el Comité se reunió en Manta, presidido por Jorge Glas, para aprobar el gran plan de proyectos. De manera que cuando Moreno asumió, ese gasto ya estaba decidido. Y lo decidieron Glas, Bernal y otros miembros. Fueron 584 proyectos aprobados de un solo golpe.
El dinero para la reconstrucción se repartió entre varios ministerios y oficinas de gobierno. El Ministerio de Vivienda manejó para la construcción de casas 503 millones, Obras Públicas 474 millones, la empresa Ecuador Estratégico 464 millones y lo que muchos ecuatorianos no se habrán enterado es que de sus aportes para la reconstrucción de Manabí también fueron dirigidos 322 millones para las Fuerzas Armadas y “sus múltiples gastos que demandan sus distintas operaciones”, entre las que estuvieron su asistencia y auxilio a la población tras el terremoto. Pero también la reparación de aviones, helicópteros y barcos, entre otras muchas necesidades militares.
Hay montos de obras que sorprenden: 111 millones de dólares para derrocamientos de estructuras, contratados por el ministerio de Obras Públicas; seis millones para reforestar y; 108 millones para la construcción de la vía, Manta-Colisa, que incluye dos puentes que ni los mantenses están convencidos que hacían falta. “¿Quién les dijo que eran necesarios? ¿Dónde están los estudios?”, pregunta Lucía Fernández, presidenta de la Cámara de Comercio de Manta y del Comité Cívico creado en esta ciudad, casi a la par del Comité de Reconstrucción, “para ser su piedra en el zapato”, comenta Fernández.
Para ella, todo inició mal. “Aquí comenzaron robando hasta las donaciones que envió desde Guayaquil Jaime Nebot. Y después propuse que para precautelar los fondos que llegarían, se creara un fideicomiso. No aceptaron, claro, ni me incluyeron en el Comité. Intenté reunirme con Glas cuando vino a hacer oficina en el hotel Oro Verde, pero no me atendió. Dijo que no tenía tiempo”.
Los miembros de la Comisión Anticorrupción, delegación Manabí, añaden que con la Reconstrucción muchos se hicieron millonarios. “Solo hay que averiguar quienes fueron los contratistas de las demoliciones. Fue una manera fácil de ganar mucha plata”, dice el delegado Julio Villacreses, quien tiene una larga lista de proyectos en los que está convencido que se cometieron irregularidades.
La Contraloría General del Estado a cargo de Pablo Celi comenzó el trabajo de las auditorías, que está lejos de terminar. No va ni por la cuarta parte de lo que se ha ejecutado. Y de lo que ha sacado cuentas, no hubo responsabilidad en los contratos y gastos del Ministerio de Vivienda para la construcción de casas. Hay 60 contratistas declarados incumplidos y unas pérdidas por recuperar de 12 millones. Todo esto mientras todavía hay damnificados que cuatro años después, siguen viviendo en endebles estructuras de palos y zinc, como Idalia Cedeño, quien tenía una casa de tres pisos a menos de una cuadra del malecón de Pedernales. Todo se le vino abajo, con ella adentro. Ahora dice que intentó cinco veces que la incluyan en la lista de beneficiados, sin ningún éxito, pues fue considerada con recursos. Ahora lleva cuatro años habitando el terreno donde alguna vez estuvo su casa.
ARRÉGLENSE COMO PUEDAN
En Cojimíes, parroquia costera de Pedernales, ahora tienen agua potable, pero no existe ni una sola ambulancia. ¿Qué pasa en una emergencia? Los pacientes son movilizados en lo que se pueda y si la situación rebasa la capacidad del Centro de Salud, son llevados a Pedernales, normalmente en camionetas, como lo confirma un médico. “Hasta ahora no hemos tenido ninguna víctima que lamentar por la falta de ambulancia”, dice sonriendo.
En Bahía de Caráquez también se arreglaron como pudieron. Allí habilitaron el viejo campamento que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército instaló cuando construyó el puente Los Caras, lo readecuaron y listo el hospital. Así han pasado los años. En Manta, el hospital Rodríguez Zambrano fue afectado por el terremoto, sobre todo en los acabados, pero aún así siguió funcionando, como si nada. Ahora muchas paredes están cuarteadas, hay puertas rotas y un panorama no muy saludable. Recién ahora los pacientes serán reubicados en una construcción provisional.
“El problema es que se robaron la plata. Mi cálculo es que de los 3.000 millones, solo el 10 por ciento sirve. El 90 por ciento fue para el lleve”, comenta Lucía Fernández, quien con el Comité Cívico que preside se ha dedicado a fiscalizar los contratos de la Reconstrucción. Para la presidenta del Comité, eso le parece exagerado y no se anima a confirmar si hubo corrupción: “Para eso están los órganos de control”.
Quien sí firmó el 13 de marzo de 2019 un contundente informe de actos de corrupción en las obras de la reconstrucción fue el fallecido expresidente del Consejo Participación Ciudadana, Julio César Trujillo, quien acusó a Carlos Bernal de tráfico de influencias para beneficiar a empresas familiares con múltiples contratos. Y pidió a Fiscalía que le sume otra investigación a la que ya tiene en su contra.
Que se reconstruya el cuartel bomberil de Pedernales y que se castigue a los culpables del mal manejo de la reconstrucción pide el bombero Jaime Mendoza, quien al igual que muchos manabitas, no sabe qué cataclismo ha sido peor…