Por Marlon Puertas
Tres seres, de estatura baja, se bajaron de una nave espacial. Era el 19 de diciembre de 1995.
-Buenas noches.
-Buenas noches. ¿Quiénes son ustedes?
-Queremos hablar contigo. Vemos que tú y tu señora son buenas personas. Queremos que nos hagan un favor. Vemos que son personas de buen corazón.
– ¿Qué favor?
-Queremos poner un embrión en tu señora porque hace años no podemos reproducirnos y queremos conservar nuestra especie.
-Mi mujer no va aceptar tener relaciones con ninguno de ustedes.
-No hay problema. No va a haber contacto sexual, todo será muy técnico.
-Bueno, pero el problema es el siguiente: mi mujer está ligada.
-Eso no es problema. Nos pondremos en contacto después para concretar.
Y así fue como José y Graciela, dos campesinos de Arenillas, tuvieron su primer contacto con extraterrestres. Pasado un tiempo, hubo más. El de la fecundación, después el del parto -por decirlo de alguna manera- e incluso, años después, la visita del hijo de otro planeta a su madre terrícola.
Todo esto contó la pareja en 1996, ante el asombrado reportero de Ecuavisa Rolando Panchana. «Les hicimos varios interrogatorios, en distintos momentos y por separado, para ver si caían en contradicciones. Pero siempre coincidieron en lo mismo, fueron coherentes. Fue difícil convencerlos que hablen, nos pidieron mucha discreción, pero una vez que les explicamos que se trataba de una investigación periodística seria, accedieron», relató en ese momento este ya famoso periodista, para quien se trataba de «un testimonio válido».
Las declaraciones de José y Graciela causaron revuelo y eso que únicamente tenían su palabra como prueba. Nada más. El lugar al que llegó la nave, según ellos, es Guarapal, un sector cercano a Arenillas y no muy lejos del bosque petrificado de Puyango, en donde no quedaron mayores indicios del suceso, que pintaba para noticia de primera plana mundial.
No fue para tanto, pero en Ecuador sí se habló mucho. A tal punto que Ecuavisa le dedicó un programa especial, de una hora, titulado «¿Para qué vienen?».
A los reportajes realizados por Panchana -actual gobernador del Guayas- se sumó una mesa de expertos para analizar el fenómeno.
«Se dice que están desde tiempos inmemoriales. Que surcan nuestro cielo veloces o se suspenden girando sobre nuestras cabezas. Se dice también que son dueños de una tecnología avanzadísima que les permite aparecer o desaparecer súbitamente, vencer la ley de la gravedad y atravesar grandes distancias. Se dice que están hechos de aleaciones de metales. Son los platillos voladores, naves espaciales o simplemente Ovnis. Se dice que sus ocupantes están mezclados ya entre nosotros, que su misión es desconocida, que secuestran a terrestres, que hacen experimentos con ellos, que utilizan a muchas mujeres como portadoras o incubadoras para fecundar sus críos. Se dice, según unos, que vienen a salvarnos. Según otros, que vienen a destruirnos. Son los extraterrestres». Todo esto decía, con mucha seriedad, a modo de presentación del programa, Alfonso Espinosa de los Monteros, con música de misterio de fondo y una máquina lanza humo funcionando en el set.
En el programa, a más de Espinosa -actual récord Guinnes como el presentador con más tiempo en la televisión mundial- y Panchana, estaban sentados alrededor de una mesa redonda un médico genetista, un psicólogo clínico, un ufólogo -Jaime Rodríguez-, un coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, un poligrafista y hasta un hipnoterapeuta. Solo había un escéptico, Pedro Saad, recientemente fallecido.
El resultado del polígrafo fue que ellos decían la verdad.
El programa de Ecuavisa tuvo éxito y despertó más curiosidad. José y Graciela fueron llevados hacia Estados Unidos para más pruebas del polígrafo y más consultas con psicólogos y psiquiatras para comprobar si no estaban locos. Todo superaron. Hasta Cristina Saralegui los llevó a su programa estelar de Miami. Ya casi eran celebridades.
El programa de Ecuavisa
-Señora, sáqueme una copia.
-¿De ambos lados?
-Sí, y me da una cola.
-Toma niñita. Son sesenta centavos.
Quien despacha una pequeña tienda en un barrio marginal de Huaquillas, con calles de tierra y con un calor abrasador, es Graciela Granda Vivanco. Es septiembre de 2014 y en Huaquillas, y en el vecino cantón Arenillas, en la provincia de El Oro, casi todos los mayores de 30 años saben quienes son Graciela y su marido José. «Ahhh, ese loco hijue…», «esos dos están chiflados», «por ahí andan los secuestrados por los marcianos. ¿O se los habrán llevado de nuevo?», fueron las respuestas burlonas que se dieron en la búsqueda de su domicilio.
«A mí me cansó eso. Ya no me gusta hablar de lo mismo. Ha pasado mucho tiempo y recibimos muchas burlas. Pero qué se va a hacer. Así es la gente. Nosotros sabemos que es verdad, que así pasaron las cosas», dice Graciela, ya resignada a su fama. Cuenta que este hostigamiento fue una de las causas para dejar Arenillas e instalarse definitivamente en Huaquillas, donde finalmente invadieron un terreno y consiguieron levantar su casa propia.
A quien sí le gusta seguir hablando de esta historia y de muchas más, es a su marido José, un hombre que actualmente tiene 60 años y se gana la vida como puede. El capítulo extraterrestre le ha servido para que algunas personas le pidan ayuda. Carga siete piedras que, según él, fueron el regalo de los visitantes. Y con esas piedras recorre ciudades, las pone en cuerpos adoloridos o enfermos que después dicen que se sienten mejor. Pero esto es eventual. La comida diaria llega por su trabajo de radiotécnico.
El hecho es que esta historia les cambió la vida a los dos. Graciela, en su personalidad. «Era muy tímida, una campesina. Ahora no, me desenvuelvo mejor, sino no estaría hablando este momento con usted», dice con frescura.
José Yaguana Zuma, por su parte, viaja bastante a lugares que tienen la fama de atraer energías, como Vilcabamba, Baños, Montañita, Machu Picchu. También da conferencias y se reúne con personas que, al igual que él, cuentan encuentros cercanos del tercer tipo.
En Guayaquil forma parte de los Hermanos de la Luz, un grupo que se reúne los sábados en el parque de las iguanas, frente a la Catedral, para intercambiar sus inusuales experiencias.
En lo económico, no hubo ningún cambio trascendente. Esta familia sigue siendo pobre, pero luce muy unida, con dos hijos que ya son profesionales y una nieta. Respetan la vida de los animales, rescatan perros callejeros y José es prácticamente un predicador.
Muchos años después, otro periodista le vuelve a preguntar a Graciela por su hijo marciano.
-No es marciano. Es del planeta Ectom. Es un ectomita y se llama Kill.