“Desde el interior de la selva salen nuestros hijos a competir en los torneos provinciales, con el fin de poner el nombre de Sarayaku en alto. Esta es una manera de concientizar. Queremos demostrar, a través de este deporte, que se puede defender la Amazonía. Es otra forma de luchar, otra forma de llegar con nuestro mensaje a otro público”.
Las palabras son de una madre Sarayaku, dichas en su propia lengua kichwa. Y resumen lo que desde hace cuatro años es una nueva forma de proclamar la defensa de la naturaleza.
La tradicional resistencia de los Sarayaku ha encontrado un aliado fundamental: el fútbol. Y a esa alianza moderna se han sumado con entusiasmo todos los miembros de esta nacionalidad indígena -1200, en total- acostumbrada a librar batallas de todo tipo. Desde las internacionales, en espacios como la ONU y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, hasta las locales, marcadas por la resistencia a la explotación petrolera en sus territorios. Lo novedoso es ahora la batalla deportiva a la que se han sumado. De los foros de las Naciones Unidas a las canchas de fútbol, con el mismo objetivo: defender la selva viva. Solo el escenario es distinto, que se suma a los demás, con el objetivo de difundir masivamente el mensaje. Que mejor mensajero que el fútbol. Eso lo sabían ellos.
Lo venían pensando desde hace años, pero lo ejecutaron por primera vez en el 2013. Sin ninguna experiencia previa, sin conocimientos de lo que significa armar un club deportivo, sin jugadores profesionales, sin recursos económicos, sin una cancha adecuada, pues apenas tenían una de tierra. Nada importó para tener metas ambiciosas: participar en el campeonato de segunda categoría de la provincia de Pastaza, en donde está ubicada esta comunidad, justo en el corazón de la selva ecuatoriana. La segunda categoría ya es fútbol profesional, la antesala a la categoría B de la primera categoría del campeonato ecuatoriano. La novatada era tal, que, como recuerda el presidente del club, Eriberto Gualinga, los deportistas sarayakus ni siquiera estaban acostumbrados a jugar con los zapatos pupos, los que usan los futbolistas profesionales. De hecho, para jugar fútbol en la comunidad, muchos niños y niñas se sienten más cómodos jugando descalzos. A la antigua.
A lo que se sumaba que nunca habían jugado en un estadio, en una cancha con todas las reglas que impone el reglamento del fútbol. En el primer campeonato, Los Hijos del Jaguar, como es conocido también el Club Deportivo Sarayaku, tuvieron una buena participación, quedando vicecampeones.
“Por primera vez en la historia de los Pueblos Indígenas, Sarayaku hemos decidido lanzar nuestro mensaje de vida y defensa de la Kawsak Sacha – Selva Viviente a través del rey de los Deportes, el futbol. De esta manera, queremos llegar a la conciencia hombres, mujeres y niños de toda la sociedad para mostrarles la importancia de la Amazonía para la vida de todos los seres vivientes de este planeta. Pensamos que el futbol, al unir a personas de distintas creencias y culturas puede ser un espacio que potencie nuestro mensaje y lo haga llegar a los corazones de toda la sociedad, involucrando a un mayor número de personas”, dice la página web del equipo Sarayaku, habilitada desde 2013 y en la que se pide la colaboración a todos los que estén dispuestos a darla para sostener al equipo. Un crowdfunding o micromecenazgo, que sí ha tenido algunas respuestas, pero faltan muchas más.
LA ESCUELA DE FÚTBOL
La comunidad de los Sarayaku no tiene una carretera de acceso, pero existe una pista para aterrizaje de avionetas. Por donde entra y sale la gran mayoría siempre ha sido el río Bobonaza. Lo que también hay es una cancha de fútbol, que va cambiando la vida de muchos niños y jóvenes. Una cancha con muchas limitaciones como para ser considerada de fútbol profesional, pero es aquí donde funciona la primera escuela de este deporte con la proyección de encontrar a las futuras estrellas del balompié.
Aquí entrenan niños, niñas, adolescentes y los adultos, siendo estos los que se preparan para jugar en el campeonato profesional de segunda categoría del próximo año, porque para el actual, que comenzó en junio, no hubo el apoyo suficiente- dinero en definitiva- que les permita competir, aunque tenían casi todo listo para repetir la experiencia. Los entrenadores que han llegado a la zona a prestar sus servicios, coinciden en algo: la resistencia física y la agilidad de los Sarayaku es de primer nivel, virtudes que da la selva. Falta la técnica, algo que lo dará el entrenamiento. Y la experiencia, que la trae el tiempo. Los primeros años hubo la posibilidad de tener refuerzos de futbolistas provenientes de Esmeraldas, cuna en Ecuador de estos deportistas.
UN LARGO CAMINO PARA JUGAR
Salir de la tierra Sarayaku para llegar a Puyo, la capital de la provincia de Pastaza, es una travesía que puede demorar la mitad de un día. A veces, más. El viaje incluye un trayecto de cinco o seis horas en canoa por el río Bobonaza, una escala en el puerto de Canelos y de ahí otro tramo en bus, de dos horas, hasta llegar a Puyo. Eso sin contar las vicisitudes del camino, esas situaciones imprevistas que la selva puede presentar en cualquier momento.
Aquello no es un problema para los niños y adultos del pueblo originario Kichwa de Sarayaku, acostumbrados a las largas distancias y entrenados por la selva para resistir. Por eso, cuando tienen que cumplir sus partidos de fútbol, lo hacen sin mayor problema, acompañados de sus madres los menores, que a medio camino les dan de comer sus alimentos típicos para que mantengan sus energías. Cuando llegan a Puyo, en cuyo estadio se juegan los compromisos, nadie alega estar cansado por el largo viaje y todos juegan como si hubiesen volado en avión y descansado en un hotel cinco estrellas. A veces se gana y a veces se pierde. Así es el fútbol. El regreso a la tierra Sarayaku siempre es más placentero cuando se lleva la satisfacción de la victoria.
EL OBJETIVO: QUE EL MUNDO ESCUCHE
Celso Aranda, vicepresidente del club, le dijo a Mongabay Latam que los objetivos se irán cumpliendo a mediano plazo. “Queremos sacar de aquí a 10 años a futbolistas que jueguen en equipos importantes de Ecuador como Barcelona o Liga de Quito, y después que salgan a equipos de Europa. Y que allá estos representantes dejen nuestro mensaje: tenemos selva viva, flora y fauna, animales, ríos, selva sagrada. Este equipo se crea como un defensor de la selva viviente”.
Aranda cuenta el propósito de Los Hijos del Jaguar, con convicción. Después de todo, no es la primera vez que emprenden un objetivo con pronóstico en contra.
En el año 2003, los Sarayaku decidieron demandar en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al Estado ecuatoriano por haber autorizado la explotación petrolera sin su conocimiento, peor su consentimiento. El caso pasó a la Corte Interamericana, con sede en Costa Rica, en 2010, y el 27 de junio de 2012, casi 10 años después del reclamo, esta Corte emitió sentencia favorable al pueblo indígena, estableciendo la responsabilidad internacional del Estado Ecuatoriano por la violación de los derechos a la consulta, a la propiedad comunal indígena, a la identidad cultural, a la vida e integridad personal. El Estado tuvo que disculparse públicamente y cumplir las reparaciones exigidas. Fue un partido ganado.
EL OTRO PARTIDO, EL DE LOS JAGUAR
El siguiente partido se lo juega en otra cancha, la del estadio de Puyo. En todos los compromisos, los jugadores de Sarayaku salieron al césped exhibiendo el mensaje de Selva Viviente, acompañado con la imagen de un jaguar. Ese mensaje lo quieren replicar en otras ciudades, en otros países, pero están conscientes que eso tiene que venir de la mano con buenos resultados.
Los Sarayaku se hacen una pregunta: ¿Será posible salvar la Amazonía con el fútbol? Y ellos responden: Estamos convencidos que sí.
El argumento es sencillo. “El Sumak Kawsay – Vida en Armonía o Buen Vivir – es uno de los conocimientos más profundos de nuestra cultura, un aporte para toda la humanidad en un contexto de crisis ecológica mundial. Y el fútbol es uno de los deportes más vistos y seguidos por la población”.
Fotos de Eriberto Gualinga y Deportivo Sarayaku.
Por Marlon Puertas