Por Jackeline Beltrán
Especial para La Historia
En la calle del Arenal, en el centro de Madrid, entre las terrazas de los bares hay hombres disfrazados de personajes infantiles, ancianos que piden caridad, voceadores de discotecas y, en una esquina, un pintor de paisajes al óleo. Su nombre es Jesús Moncayo, es de Manabí y tiene 50 años, 16 viviendo en España. En ese tiempo ha sido albañil, mensajero, repartidor de comida… Y desde hace dos años vive del arte.
Jesús habla como en automático. Sus ojos pequeños y ocultos tras unos lentes cuadrados solo se fijan en el paisaje que está pintando. Tras una breve charla sobre el clima y los turistas, su mente regresa a los buenos años de la construcción, cuando los inmigrantes –cuenta él- trabajaban haciendo las líneas del metro o los edificios de departamentos: “Todo lo que Madrid ha cambiado, todo, es trabajo extranjero. Claro que las máquinas las manejaban ellos, pero el que estaba con el pico y la pala era el extranjero”.
Cuenta que una vez, cuando trabajaba en la ampliación de un túnel, salió a la superficie para beber algo. “Me metí a un bar y, cuando regresé, el encargado me dijo: ‘Hey tú, ¿por qué has salido sin autorización?’. Entonces cogí mi casco, lo tiré, ‘toma tu huevada, nos vemos’, le dije –suelta una carcajada- y al día siguiente estuve fuera de la empresa –cambia el semblante, ya no se ríe-. Pero es que nadie humilla a nadie. Y lo dejé porque al día siguiente podía conseguir trabajo”.
Entre 1998 y el 2004, la población ecuatoriana en España pasó de 20.000 a casi 450.000 y se convirtió en el colectivo extranjero más numeroso en el país ibérico. Hoy es el tercero. Llegaron, trabajaron, echaron raíces, se endeudaron, compraron casa: acariciaron la bonanza.
Cuando deja de pintar y guarda sus materiales para volver a su departamento en el distrito de Usera, Jesús se concentra en su relato:
– Antes, tú bajabas de casa y a la vuelta de la esquina había trabajo. Estabas en una empresa y podías dejarla porque en otra pagaban mejor. Si en la una ganabas 800, en la otra podías ganar 1.200. Los paisanos andaban diciendo ‘ya tengo piso’, se les veía con coche cero kilómetros, con casa cero kilómetros…
– Dicen que era fácil endeudarse…
– Claro, como teníamos un ingreso de 2.000 euros mensuales, se metieron a pisos con una hipoteca de 1.000 euros, después el pago fue subiendo: a 1.200, 1.500… Entonces la plata no alcanzó. Pagaron uno, dos años. Y se rompió el saco.
Era 2008 y estalló la crisis.
La crisis española golpeó con fuerza a propios y extranjeros que en la década del 90 y principios del 2000 llegaron atraídos por un bienestar construido, en gran parte, por una burbuja de ladrillos.
Ocho años después del inicio de la crisis, la cosa está así: del 2009 al 2015 el porcentaje de ecuatorianos sin trabajo subió del 7,5 al 31,2 % (la tasa de desempleo en España, que se mide cada mes, ronda el 20 %), de acuerdo con una encuesta realizada por la Embajada ecuatoriana.
De los ecuatorianos que tienen un empleo estable en España, seis de cada diez ganan menos de 1.000 euros mensuales. La cifra, aunque suene bien, no es la más deseada en un país en el que el menú del día (un almuerzo) cuesta, en promedio, 10 euros (unos 11 dólares) o el alquiler de una habitación mínimo 150 dólares.
Jesús paga poco más de 500 dólares mensuales por su piso. Ahora dice que está tranquilo, pero cuando empezó la crisis también la sufrió. Como no conseguía trabajo, tuvo que acogerse al paro.
Ir al paro es recibir la carta de despido de la empresa, ir a la Oficina de Empleo más cercana dentro de los próximos 15 días y cobrar cada mes un sueldo de entre 497 y 1.397 euros, que es el resultado del dinero que el ahora desempleado aportó cuando trabajaba. Estar en paro es acudir cada tres meses a sellar un papel para no perder ese pago y, mientras tanto, dejar hojas de vida, presentarse a convocatorias, capacitarse… La cantidad que reciben depende del tiempo de trabajo y del salario que recibieron.
El paro, es decir, una de las políticas de seguridad social y desempleo, es una de las razones por las que los inmigrantes ecuatorianos se quedan en España.
-Pasé así tres, cuatro meses, pero como no conseguía nada me acogí al subsidio por seis meses. Y la situación apretó más. No puedes seguir viviendo así, entonces me dediqué a la pintura, con eso me puedo sacar para el diario. En una empresa tú trabajas por 50 euros diarios, pero yo me puedo sacar en cuatro, seis horas o en una hora los 50 euros. Eso depende de la suerte.
Si antes de 2008 un 74 % de los ecuatorianos en España consideraba que su situación económica era buena o muy buena, este porcentaje descendió hasta el 25,2 % en el 2015. “La crisis ha sido una bofetada a las expectativas de los migrantes de labrar un futuro mejor”, analiza Gorka Moreno, investigador del Observatorio Vasco de Inmigración. “En todo caso –continúa-, aunque sea verdad que las cosas no son tan fáciles, creo que sigue habiendo esa esperanza”.
Este artículo forma parte del reportaje Ecuatorianos en tiempo de crisis: “Me quedo en España”. Siga leyendo: