Hola, tengo 42 años, soy ecuatoriana y padezco de trastorno bipolar de grado I.
Esta enfermedad se caracteriza por presentar dos o más episodios de depresión y al menos un episodio de manía durante un año. Los episodios suelen ser largos, pueden tener una duración de tres semanas o más y este trastorno no es como la mayoría de las personas piensan cuando dicen: “Soy bipolar» o «eres bipolar”. No es que en un momento estás sonriendo y al instante cambias, te entristeces y lloras. Lo repito, son episodios largos, y en depresión se pueden presentar algunas características como sueño en exceso, pérdida o aumento del apetito y falta de higiene personal (no querer arreglarte o ni siquiera ducharse por no tener que levantarse de la cama).
Durante un episodio depresivo me comporto como antisocial a pesar de que yo soy una mujer extrovertida. En esos momentos no quiero ver ni hablar con nadie, no quiero salir de casa ni conectarme a redes sociales. A veces, incluso sentía desgano por vivir.
En el caso de la manía, a mí me provoca insomnio y presento una crisis de “piernas inquietas” -así se le conoce-, siento picazón en las piernas, como si caminaran hormigas sobre ellas, así como una movilidad muy rápida e incontenible; también hablo demasiado rápido al punto de que mi interlocutor no entiende lo que digo y en pocas ocasiones se ha presentado también el que no mida económicamente mis gastos.
Tenía 33 años cuando experimenté los primeros síntomas de esta enfermedad y principalmente no dormía nada, de hecho, no dormí durante nueve días y terminé presentando un cuadro de deshidratación. Estuve en estado de manía nueve días, despierta completamente y anterior a esto, había presentado una depresión justo un año antes.
Tenía demasiada energía, trabajaba muchas horas, siempre he sido amante del ejercicio y no paraba durante horas de correr o de hacer kick boxing. Terminé en una crisis de desgaste grave y un psiquiatra junto con un psicólogo comenzaron a realizarme pruebas, llegando finalmente al diagnóstico de que yo padecía de trastorno bipolar. Me asusté mucho, me dio vergüenza y culpa saber que padecía de bipolaridad porque pensaba que era lo mismo que estar padeciendo locura; pensé que era un trauma que no podía resolver, que era algo que dependía solamente de mí y que, sin embargo, yo no era lo suficientemente fuerte para solucionarlo sin ayuda de medicinas.
Mis familiares y amigos estaban en negación, simplemente decían que ese diagnóstico estaba errado y que solo me haría adicta a la medicina sin razón alguna.
Al padecer esta enfermedad he enfrentado aspectos muy fuertes en mi vida; por ejemplo, durante un episodio depresivo severo fue que casi terminé mi relación con mi actual esposo, vivíamos juntos en México y me separé de él para regresarme a Ecuador…hubiera sido un error perderlo.
También, un día me dieron un medicamento tan fuerte que me sedó tanto que no podía caminar bien y yo gusto de competir en carreras, soy corredora y hasta ahora, muchas veces, no logro mantener el equilibrio y no distingo de manera ágil la izquierda de la derecha. Mi psiquiatra de esa época me dijo que seguramente no podría volver a competir, ¡ni siquiera a bailar!, en especial bailar Rueda Casino que me encanta y es un baile cubano que demanda mucha coordinación y yo lo practicaba en esa época; ese mismo año, yo corrí y a pesar de lo que el médico pronosticó, competí en los 15K de la “Ultimas Noticias” y fue el año que más Ruedas Casino bailé y disfruté porque me enteré que mi mente es la enferma, pero tengo más fortaleza de alma y ayuda de Dios que cualquier enfermedad. Obviamente, entrené muy duro, era difícil caminar, me desmayaba de lo fuerte de las pastillas… ¡pero lo hice! y eso fortalece el espíritu.
Actualmente voy a terapia de psiquiatría y psicología. Mi medicación base está conformada por Aripiprazol, Lamotrigina y Sertralina, principalmente. Soy muy responsable con mi medicamento y a diferencia de muchos enfermos mentales, administro yo mi medicina.
Tengo mucha fe en Dios. Creo que soy una mujer que vive buscando ser feliz y siéndolo un día a la vez. No tengo cura mentalmente, pero mi alma no está enferma y es mi alma la que me motiva a correr, a ser esposa, ama de casa, me motiva a trabajar, a seguir modelando para fotografías, etc. Sin embargo, nos juzgan demasiado. Ser bipolar es padecer una enfermedad, es como tener diabetes, padecer del riñón o incluso cáncer, las enfermedades simplemente suceden y uno no elige padecerlas; las enfermedades de la mente no se ven pero están ahí presentes y muchas veces no podemos decir que las padecemos por miedo a que la familia, los amigos o compañeros de trabajo nos estigmaticen y nos marginen.
Me frustra el tabú que existe hacía las personas que padecemos bipolaridad, creyendo que no podemos incorporarnos a la sociedad, cuando la realidad es diferente, si estamos medicados y con tratamiento profesional podemos hacer nuestras actividades diarias prácticamente de manera normal; soy publicista, trabajo de manera formal y además me gusta modelar en sesiones fotográficas. No vivo de las fotos pero las fotos me dan vida, tengo miedo que mi enfermedad avance y llegue a olvidar los momentos que he vivido. Y las fotos me recuerdan lo que fui, lo que soy… me veo sonreír o en poses sexy y me doy cuenta de que simplemente puedo hacer lo que me proponga. Si, subí de peso por la medicina, y debo cuidar mucho mi alimentación y hacer ejercicio, pero mi vanidad no sobrepasa mis ganas de estar saludable, sobre todo porque tengo personas que amo y me aman, que necesitan saberme bien. No tengo cura pero lo que me quede de vida me haré fotos porque amo estar frente a la cámara.
La aceptación de mi enfermedad por parte de familiares, amigos y obviamente por parte mía, ha sido fundamental para mi recuperación, porque ya no sientes esa culpa que te mata al pensar que tú puedes superarlo sólo y no es así; perdón por sonar repetitiva pero necesitas de ayuda profesional y de medicamentos.
La comprensión de mi esposo es una bendición de Dios. Actualmente, él da cursos para familiares de pacientes mentales en una asociación llamada Ingenium, que existe acá en Monterrey donde resido actualmente. Él comenzó como alumno y terminó uniéndose como voluntario y ahora es instructor líder de uno de los grupos.
Mi esposo está siempre informado sobre mis síntomas, la medicina y sus reacciones secundarias. Es importante recordar que todo es momentáneo y todo pasa, que si estamos depresivos es una etapa “normal” de la enfermedad, que si por ejemplo no dormimos, esto también lo es, pero todo es momentáneo.
A otra persona con el mismo padecimiento yo le pediría deshacerse de la culpa, ser valiente, y ser valiente no es andar gritando por el mundo “Soy bipolar”, pero sí lo es el dar testimonio. Es necesario hacerlo porque podemos ser la voz de alguien que no sabe qué es lo que le está sucediendo. Sin duda, podemos ayudar.
La información es la base de la recuperación, leer todo lo que exista disponible sobre el tema, acudir a sus citas con los doctores, ser responsables con la medicina y tener fe en Dios.
Lo cierto es que padecer esta enfermedad me ha dejado grandes aprendizajes. Sé que soy fuerte, que soy responsable, que soy capaz de vivir un día a la vez, pero no por eso dejo de planear y proyectarme un futuro.
Vivo bien el día de hoy justamente para disfrutar el día de mañana.
¡Ánimo que esta vida es para fuertes!
Silvia.
Texto de @SilviaAndradeJ