La vida del arquero de Independiente Jorge Pinos, la figura en la final de la Copa Sudamericana, frente a Colón de Santa Fe, es una historia de superación. El fútbol fue siempre su sueño y aunque llegó a Barcelona en 2012, el Ídolo del Astillero no lo tomó en cuenta y tuvo que salir del plantel. Luego anduvo por equipos de segunda categoría y tuvo un paso fallido por el exterior, cuando lo engañaron y llevaron a Brasil como paso previo y de trámites para enrolarse en Hungría. En Brasil estuvo tres meses pero todo fue mentira, por lo que regresó a Ecuador sin equipo y sin dinero.
En 2016 se quedó sin equipo. Por eso, y teniendo la responsabilidad de un hogar formado con su esposa Carmen Castro y su pequeño hijo, no le quedó otra opción que trabajar en lo que sea. Fue chofer y después se metió en un circo en su tierra natal, Quevedo. Allí, aprovechaba los shows circenses para vender mango. Este recuerdo le quedó grabado:
«La primera vez jamás la olvidaré. Cogí las fundas y comencé a recorrer el circo, tenía el charol en mis manos, gritaba ‘¡mangos, mangos, mangos!’, nadie me compró nada. Y ni siquiera me hicieron señas para preguntar cuánto valía. Ya cuando me iba a dejar las funditas, una señora me llamó y me compró uno. Así fue la primera vez. Luego sí vendía».
A su lado, y ayudándole en el circo, siempre estuvo su esposa, con quien cumplió diez años de estar juntos.
De esa etapa en el circo de Los Pelusas, uno de sus dueños, Carlos Loor, guarda los mejores recuerdos de Jorge: «Es buen chico, aquí lo ayudamos, pero él se ha ganado todo con esfuerzo. Además, es agradecido», cuenta. También cumplió las tareas de chofer dentro del circo, que se moviliza constantemente entre los cantones de Guayas, Los Ríos y Santo Domingo.
En 2017, pasó al equipo de segunda Santa Rita de Vinces, en donde ganaba menos dinero que en el circo, pero lo importante fue que volvió a jugar fútbol profesional. Hace apenas dos años estaba jugando en esas ligas menores. Todo sirvió, porque en 2018 el Técnico Universitario se fijó en él y sus actuaciones seguían siendo destacadas.
Hasta que en 2019 el Independiente del Valle lo fichó y lo demás es historia reciente. Jorge Pinos tapó un penal en la final de la Copa Sudamericana y fue considerado el jugador del partido. A sus 30 años, consiguió ser campeón de un título sudamericano, un logro que pocos futbolistas ecuatorianos pueden lucir. En Quevedo, ya lo esperan con ansiedad para celebrar juntos esta victoria. Y Carlos Loor, del circo de Los Pelusas, valora mucho que en la noche más importante de su vida, cuando quedó campeón del continente, Jorge lo llamó para compartir su alegría: «Lloraba de emoción y me decía que lo habíamos logrado. Todo se lo ha merecido».