Es sábado por la mañana y sobre la plaza Pachano de la ciudad de Ambato, provincia de Tungurahua, se ha tendido una sábana multicolor de frutas y verduras. Hasta allí han llegado, con los primeros rayos de sol, decenas de agricultores indígenas y campesinos procedentes de distintos puntos de la provincia. También decenas de compradores que buscan entre la amplia oferta los ingredientes para sus platillos. Los comuneros los reciben con una sonrisa y sus mejores productos, que aparte de vistosos tienen una particularidad que los hace especiales: son cultivados de forma agroecológica con técnicas ancestrales.
Muchos de los agricultores presentes en la feria son kichwas, la nacionalidad indígena prevaleciente en Tungurahua. Tal es el caso de Angelita Guapisaca de 36 años, quien llegó en una camioneta fletada desde la comunidad de Angaguana Alto, perteneciente a la parroquia Santa Rosa. Angelita cuenta que ya son 11 años cultivando la tierra sin pesticidas ni fertilizantes químicos, y que además, ha ampliado la variedad de productos que crecen en una parcela cercana a la casa que comparte con su esposo e hijas. “Antes en nuestra agricultura que es en la zona alta no sabíamos sembrar hortalizas. Solo sembrábamos melloco, haba, mashua y esperábamos ocho meses. Pero ahora con los talleres y cursos que nos han dado, hemos venido aprendiendo que se siembra parte de mellocos y habitas mezcladas, se siembra papa junto hortalizas, papa junto a rábanos”. Sobre las formas de repeler a las plagas, Angelita explica que mezclan el abono que producen sus cuyes con el de las vacas de su suegro, añaden cal y botan alrededor del cultivo.
Angelita Guapisaca asegura que le gustaría que hubiera mayor volumen de clientes en el mercado y que se valore el esfuerzo que hacen por traer productos limpios, pues su cultivo es más laborioso y requiere de mayor tiempo. “Al comienzo era duro pero ahora gracias a Dios sí se vende. Sí se lleva pancito para los guaguas (niños) y para otras cosas más”, comenta y añade que su familia es la principal consumidora de sus productos y que todos gozan de buena salud.
Es que ese es uno de los principios de la agroecología: la suficiencia y seguridad alimentaria de las familias que participan en la producción, quienes son las principales consumidoras de sus productos, de modo que el excedente queda para la comercialización en la feria. Así lo explica Edison Chango, presidente de la Unión de Productores Agroecológicos de Tungurahua PACAT, de la que hace parte Angelita y todos los que ofertan productos limpios en la plaza Pachano. Se trata de una organización que nació del impulso de comuneros de la provincia, que tiene 13 años de vida y que cuenta con 300 socios, de los cuales, 120 acuden cada sábado a la feria, la principal vitrina para sacar sus productos.
Recuperando técnicas ancestrales
Otro de los pilares de esta organización que reúne a agricultores indígenas y campesinos de Tungurahua, es el rescate de las técnicas ancestrales de cultivo que puedan desarrollarse en armonía con la naturaleza. Es así que promueven regularmente encuentros en las comunidades. “Especialmente con los más mayores y con los jóvenes hacemos un intercambio. Allí ellos (los más experimentados) nos van comentando cómo mantienen las prácticas ancestrales. Por ejemplo, la conservación del maíz: cómo hacen la selección del maíz, como lo mantienen sin que se dañe. Ese conocimiento que nos dan, nosotros lo vamos practicando con los jóvenes y demás agricultores. Igual en el tema de la luna: por qué es importante mirar la luna, por qué hay que sembrar en luna creciente, por qué no hay que sembrar sin luna. Esas cosas nuestros mayores saben y nosotros de forma escrita vamos complementando”, cuenta Edison Chango.
Chango explica que dentro de la Escuela Agroecológica que promueven entre sus socios, “tenemos un módulo entero solo del conocimiento ancestral: en el tema agrícola, el tema pecuario, el tema gastronómico y de medicina ancestral”. Sobre el contenido de esta última materia, comenta que mantienen en sus huertos y linderos plantas medicinales como el toronjil y la hierbabuena con las que elaboran infusiones para los dolores de estómago y cabeza.
La Escuela Agroecológica de la PACAT se dicta en las zonas alta, media y baja. La zona alta corresponde a las comunidades que están por encima de los 3000 metros sobre el nivel del mar, la media a las que están entre los 2400 y 3000 metros, y la baja a las que están por debajo de los 2400 metros sobre el nivel del mar, esto según explica Carlos Amaguaña, integrante del equipo de apoyo de la organización. “Cada año capacitamos, evaluamos y hacemos seguimiento”, comenta Amaguaña y añade que también estudian la agroforestería, el componente animal, el sistema tecnificado de riego, la conservación de suelos, la incorporación de abonos orgánicos, la conservación de semillas y la asociación de cultivos: “Es decir que un socio en su parcela tiene más de 30 variedades de cultivos en un promedio de 2000 a 5000 metros cuadrados que tienen los socios”. Esto incluye plantas amargas como la ruda, la salvia, la chilca y la Santa María que se usan como repelentes. “Todas esas hierbas que siembran en los linderos y se usan para hacer extractos naturales para poder controlar plagas”, indica.
En la importancia de la asociación de cultivos coincide Patricio Toro, inspector de la Unidad de Certificación de Agricultura Limpia de Tungurahua (UCALT) que funciona en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Técnica de Ambato, con el apoyo del Gobierno Provincial entre otras instituciones. Toro resalta que esa técnica también permite “aprovechar la alelopatía entre plantas, que la una rechaza una cosa y la otra, otra cosa. Entonces es una simbiosis que se cuidan entre plantas para evitar el aparecimiento de plagas y enfermedades”. Sobre su trabajo en la UCALT, comenta que entre sus principales cometidos está la reducción del uso de productos químicos en los sembríos, lo que produce un efecto positivo en las comunidades de agricultores, consumidores y en el medio ambiente. “No estamos contaminando el agua, el suelo, el aire, principalmente la vida del suelo que está lleno de microorganismos benéficos que son los que descomponen la materia orgánica y hacen que sean asimilables los nutrientes para las plantas”, comenta.
Toro trabaja sobre el terreno, realizando inspecciones en las pequeñas fincas indígenas y campesinas que se han acogido a la Normativa de Agricultura Limpia de Tungurahua para recibir la respectiva certificación. Dicha normativa tiene todo un componente de conservación de la naturaleza, según menciona el integrante de la UCALT, quien lee parte del documento: “El productor participará periódicamente en acciones de sostenibilidad ambiental según la legislación nacional; las áreas no aptas para producción agropecuarias se convertirán en zona de conservación de flora y fauna; el productor evitará la contaminación de agua por escurrimiento, filtración en el suelo hacia los mantos superficiales o subterráneos realizando un manejo de tratamiento técnico de aguas residuales y desechos sólidos provenientes de las unidades de producción. Está prohibida la quema de páramos o vegetación en quebradas y laderas”. Además, indica que el desarrollo de las actividades productivas no debe realizarse en áreas de protección ni sobre los límites permitidos, cuya altura máxima es de 3500 metros sobre el nivel del mar, aunque este último postulado aún continúa sin cumplirse plenamente. “Tenemos productores que están sobre los 3600, 3800 metros sobre el nivel del mar, pero estamos haciendo prácticas de conservación del suelo, mediante lo que es el manejo de páramos se está tratando de que ellos vayan bajando a lo que es el límite”, añade.
Entre las plantas nativas que se están sembrando en el páramo como parte de la conservación del suelo que persigue de la agricultura limpia están el quishuar, yagual, aliso, romero y el pumamaqui, comenta Toro, y añade que para su criterio, todos los postulados que ahora se impulsan de agricultura limpia, orgánica, biológica, que van en consonancia con la preservación de la naturaleza, son un retornar a las prácticas ancestrales. “Realmente que hayan venido otras personas, que hayan vuelto a estudiar lo que los aborígenes hacían, que les haya dado resultado y vengan a querer impartir ese conocimiento, en parte está bien, pero no es conocimiento de ellos sino es conocimiento ancestral”, enfatiza. “Dentro de esas prácticas está la forma del trabajar el suelo, el arado no a favor de la pendiente sino en contra, el hacer terrazas, y lo que es más importante, devolverle la vida al suelo con el uso de materia orgánica” indica.
Finalmente Toro sostiene que hay una percepción equivocada, pues se cree que los productos cultivados con fertilizantes alcanza un mayor tamaño y vistosidad. “Dentro del periodo de transición entre lo que es la agricultura convencional y la agricultura orgánica vamos a tener una reducción de tamaño, una reducción de producción, pero luego con la vida que nosotros estamos dando al suelo, vamos a tener una producción igual o superior a una convencional con productos también grandes y más llamativos por su color, por su aroma”.
Menos agroquímios, más vida
Por su parte, el coordinador de la Unidad de Certificación de Agricultura limpia (UCALT), Marcos Pérez, dice que al disminuir o erradicar el uso de químicos, se evita que tanto microorganismos como insectos vayan a mutar. “No se van a transformar y de esta manera estamos preservando la microfauna, la microflora que tenemos en los páramos”.
Marcos Pérez comenta que justamente en los páramos, donde predomina el cultivo de tubérculos como la papa, se están incorporando microorganismos, “que son biocontroladores de otros patógenos. También estamos utilizando hongos entomopatógenos que nos ayuda a controlar plagas, insectos, y de esta manera estaríamos logrando no degradar la vida benéfica que hay allí”. Agrega que el páramo es la vida, donde se captura el agua lluvia que se transforma en afluentes internos y finalmente se convierte en fuente para el consumo humano; y que al evitar el uso de productos químicos se previene que estos se filtren y contaminen el agua.
Para terminar, Pérez indica que el buen ejemplo en la agricultura limpia lo están dando los comuneros indígenas y campesinos que trabajan en sus parcelas. “Es bastante complicado adentrarnos con grandes agricultores, por eso nuestra estrategia es iniciar con pequeños agricultores donde sí podemos realizar este tipo de prácticas con fines de que en el futuro los productores medianos y grandes puedan mirar estas experiencias y puedan aplicar en sus cultivos”. Además agrega que este año se han logrado hacer 190 procesos de certificación, más del doble que hace dos años.
Es justamente esa certificación, la que les sirve de respaldo a los productores de PACAT, según comenta Edison Chango. “Es nuestro aval porque bien o mal el consumidor pregunta quién le garantiza (que son productos limpios) y nosotros les comentamos este proceso”, agrega.
César Tixilema, quien es dirigente nacional de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), hace parte de PACAT y tiene un emprendimiento familiar de producción de quesos artesanales con leche orgánica, cuenta cómo son las visitas anuales que realiza la Unidad de Certificación de Agricultura Limpia. “Van a cada finca y verifican los pastos, los cultivos, los animales que tienen, los productos que sacan y como los procesan. En nuestro caso van a ver los pastos y potreros, y revisan todo el proceso histórico de cuántos años no se ha usado químicos”, comenta.
La oferta de productos limpios es variada en la plaza Pachano. “En esta feria contamos con 95 productos de la zona alta, zona media y zona baja de todos los nueve cantones de la provincia: leguminosas, hortalizas, productos lácteos, tubérculos andinos, frutales de temporada que están comenzando a salir como la claudia, pera, capulí, manzana; frutales que se dan permanentemente como aguacate, limones, granadillas, y tenemos una sección de alimentos preparados. Todo es con producción agroecológica”, indica Chango.
Frutas y verduras de buen tamaño y vistosidad según se pudo comprobar tras un recorrido por la feria. De eso y del restablecimiento de las prácticas de sus antepasados, se siente orgullosa Luz Cashabamba, habitante de la comunidad Tilibi de la parroquia Pasa, cantón Ambato, quien cuenta sobre sus comienzos en la agroecología: “Al inicio era un poquito difícil porque estábamos acostumbrados al facilismo. Cultivábamos con fertilizante y justamente cuando inició la PACAT nos enseñaba a que cultivemos lo que es agricultura limpia. Entonces volvemos a recordar a nuestros ancestros, que sembraban solo con abono de animales, recolectaban y eso ponían en el campo”. Reconoce que antes abusaban de los agroquímicos, “es que para vender rápido poníamos más, y los productos a veces salían sin sabor”.
Luz también asegura que con su producción limpia abastece a toda su familia y que su salud ha mejorado desde que cambiaron sus prácticas de cultivo. Eso ha despertado interés en los vecinos de su comunidad, que se le acercan para conocer más de la agricultura limpia e incorporar algunas enseñanzas a su labor cotidiana. Luz comparte su experiencia con gusto, pues es la agroecología se ha convertido en su forma de vida.
Nuevos retos para PACAT
La comercialización directa que hacen en la feria ha sido parte fundamental para la economía de los socios de PACAT pero no es posible vender por esa vía toda su producción. Por eso, desde este año han comenzado a trabajar en la comercialización asociativa, según comenta el presidente de la organización, Edison Chango. “Ese es el objetivo, que toda la producción con certificación agroecológica de los compañeros nosotros lo acopiemos, hagamos canastas y la distribuyamos a más supermercados, más hoteles, a los hospitales”, indica, y agrega que ya cuentan con una pequeña tienda ubicada en el sector Los Sauces de la ciudad de Ambato, que abren a diario, y que están abasteciendo a un hotel y un restaurante de la misma ciudad. “La idea es que en algún momento el Ministerio de Salud, el de Industrias, el de Agricultura, y los gobiernos locales se preocupen para que en todos los supermercados grandes sea obligatorio tener un stand para ofertar productos agroecológicos”, indica César Tixilema.
Finalmente Chango agrega que los socios de PACAT tienen la posibilidad de acceder a una tienda de insumos que ofrece herramientas para el campo, semillas, abonos orgánicos y componentes nutricionales para la siembra y desarrollo de las plantas. Todos insumos avalados por la Unidad de certificación de agricultura limpia de Tungurahua. Además cuentan con una caja de ahorros que da créditos sin interés de hasta mil dólares. “Así se da una respuesta a los compañeros que tienen una necesidad de acceder a un préstamo que fortalezca su producción”, comenta Chango, y agrega que es solo para producción agropecuaria. “Pueden comprar semillas, puede comprar animales, puede mejorar la infraestructura de riego, de los galpones. Incluso ha servido esto para pagar predios. También tenemos compañeros que le trabajan el tema agroturístico. Ellos por ejemplo han puesto restaurantes y han comprado indumentaria para la cocina”, comenta.
*Este reportaje fue realizado por Daniela Aguilar para Mongabay Latam