30 de octubre de 2016. Era pasado el mediodía. Fausto Luzuriaga y su familia se mezclaron entre 15.000 personas en el estadio de Santo Domingo para observar las habilidades de los policías. Se había ofrecido un espectáculo de primera: acrobacias, perros amaestrados, artistas. Toda una fiesta, como años atrás se han dado en distintas ciudades del país. No sería esta la primera vez que, como parte del espectáculo, se desarrolle ante asombrados espectadores un ejercicio de alto riesgo: el tiro de confianza. Un nombre que minutos más tarde quedaría como anécdota cruel de lo que resultó un desenlace fatal.
Un apasionado locutor iba narrando lo que ocurría sobre la cancha del estadio, como si de un partido de fútbol se tratase. Había llegado el momento de los hombres del Grupo de Intervención y Rescate, GIR, los elementos de élite de la policía ecuatoriana. «De igual manera, debemos informar a la culta ciudadanía, que están empleando balas reales«, gritaba entusiasmado el animador ante los primeros disparos a un blanco determinado de los uniformados. ¡Fuertes, fuertes los aplausos para el GIR!, continuó ante los primeros aciertos. La acción arriesgada no terminó ahí. De inmediato, los tiradores debían reventar globos que sostenía uno de sus compañeros. En ese momento, la desgracia fue invitada a participar del show.
«Mejor vámonos«, dijo nerviosa, a sus hijos, Verónica Cubiña al escuchar la osada maniobra que fue anunciada con balas reales. «Ya fue demasiado tarde. Pasaron segundos y una bala me rozó a mí en la cabeza y le pasó a la niña que estaba atrás mío«. A la niña ese tiro le dio en el corazón. A veces, el destino también necesita cómplices.
La niña tenía 15 años y se llamaba Vivian Othylia Luzuriaga Vásquez. Su meta de vida la tenía decidida: ella sería una doctora en Química y Biología, vocación descubierta poco antes que comience la agenda de festejos por los nueve años de haberse convertido en provincia Santo Domingo de los Tsáchilas. La fiesta, como todos estos nueve años, estuvo a cargo de la Prefectura que conduce Geovanny Benítez, el prefecto. Parte de la agenda era el espectáculo programado de la Policía Nacional.
Todo debía ser una fiesta. Y la fiesta continuó, incluso después de que todo el estadio se enteró que algo había salido mal. Que habían heridos. Que había fallecido una niña.
EL PEOR DÍA DEL PADRE
¿Qué le viene a la cabeza de un hombre que cumple con la celebración del día del Padre, visitando la tumba de su hija? Impotencia. Dolor. Rabia. Sobre todo, cuando esa ausencia llegó derivada de un hecho absurdo, que nunca debió ocurrir. Menos con Vivian Othylia, una adolescente de 15 años que solo buscaba divertirse con su familia es un espectáculo público.
El pasado 18 de junio, día del Padre, Fausto Luzuriaga estuvo en el cementerio. Reviviendo su dolor. Recordando lo que ocurrió hace 8 meses.
Vivian se había cambiado de su lugar en las gradas apenas segundos antes de la desgracia. Sentada junto a su madre, le dijo que estaba acalorada y esta decidió hacerle una trenza en su cabello. Comenzaron los tiros.
«Cuando vi a mi hija ensangrentada la saqué del estadio en mis brazos. No había plan de contingencia. No había una ambulancia. La tuvimos que subir al balde de una camioneta y llevarla allí hasta el hospital», recuerda Fausto. Solo para que allí le confirmen que su hija ya había muerto.
¿Quién ordenó que se usen balas reales en la práctica de tiro?
El ex ministro del Interior, hoy presidente de la Asamblea, José Serrano, dijo el año pasado que era «inadmisible e impresentable», que se hayan usado municiones de verdad.
Todas las autoridades que han dado sus versiones se declaran sorprendidos del uso de balas reales en este espectáculo. Aseguran que nadie se los había advertido. Que no estaba programado en la agenda del evento de ese día.
Pero en el GIR nadie estaba sorprendido por ese hecho. Los agentes lo habían hecho antes. Prácticamente siempre. En una especie de juego de ruleta rusa en anteriores exhibiciones que no terminaron mal. «Esta es la única munición que tenemos para estos eventos, habiéndonos presentado en Esmeraldas, Otavalo, Manta, entre otros», declaró en el juicio que se abrió uno de los policías indagados. El GIR no tiene munición de salva. Eso lo corroboró en su declaración otro de los participantes en el ejercicio de tiro: «Dice que ha participado en alrededor de 25 eventos de esta naturaleza y nunca hubo novedades, que nunca le han proveído de munición no letal». Y que el uso de balas reales era conocido por los superiores. «Esto, algún rato tenía que suceder. Desgraciadamente, sucedió en Santo Domingo», relata Fausto Luzuriaga.
¿Quién autorizó la intervención del GIR en este show? Según el jefe de esta unidad de élite, recibió una comunicación en octubre donde se decía que la disposición venía de la Comandancia General de la Policía.
¿Por qué no había ni siquiera una ambulancia en el sitio, nadie de la Cruz Roja? El prefecto de Santo Domingo, Geovanny Benítez, dijo que eso era responsabilidad de la Policía. La Policía, que era responsabilidad de la Prefectura. Un representante de la Cruz Roja, por su lado, declaró que esta «no se activa en tiempos de paz si no son invitados o tomados en cuenta para un evento público o privado. Es por eso que la Cruz Roja de Santo Domingo no participó de las festividades de provincialización de Santo Domingo además que dicha institución no aceptó la propuesta económica que se hizo para la cobertura de dichos eventos».
¿JUSTICIA?
La familia de Vivian teme que, en este caso, se repita la trillada fórmula con la que se rompe la cuerda por el lado más débil. «Esto es negligencia del Estado. ¿Cómo pudieron autorizar un evento de ese tipo con balas verdaderas? Yo voy a hacer todo lo que tenga que hacer», dice Fausto Luzuriaga, quien fue trabajador de la prefectura de Santo Domingo.
El caso se sigue tramitando en la Corte de Santo Domingo, pero él cree que se busca cerrarlo responsabilizando del tiro fatal a un uniformado del GIR. Del tema de las negligencias en la organización, no ve mayores avances en las investigaciones. Ni siquiera ve verdaderas intenciones de establecer responsabilidades. Duda, como muchos, de la justicia. Y pasados ocho meses, el agotamiento por el proceso judicial ha hecho mella. Y eso que aún falta mucho camino que recorrer.
UNA ADOLESCENTE CRISTIANA
A Vivian su familia y amigos le celebraron los 15 años el pasado 29 de agosto como tiene que ser. Era una adolescente sociable y alegre: risa amplia y sonora. Si alguien quería saber dónde está era tan simple. Solo hacer un poco de silencio y escuchábamos su sonrisa, detalla su padre.
Además, y pese a su corta edad, tenía una fe profunda. La plasmó escribiendo, una de sus actividades preferidas.
«La fe que tengo hacia Dios, no es una fe a algo imposible. En otras palabras no es una fe absurda; la esperanza de lograr las cosas, de llegar a un lugar, también puede ser la esperanza del cambio»
«En la familia a cada uno de nosotros se nos fue dado todo lo que nos permite madurar, crecer, vivir; no se puede hacer crecer solo, no se puede caminar solo».
«Busca siempre el bien para todos, que el cristiano puede ser solidario y al mismo tiempo profeta»
Son algunas de las frases que escribió mientras cursaba el cuarto año de bachillerato.