Paola y Ricardo pasaron de vivir anestesiados, para evitar recordar la pesadilla que fue su infancia, a pensar y mucho sobre cómo convertirse en la voz de los niños que sufren abuso sexual. De ese propósito, que se plantearon hace tres años, nació la campaña Ecuador No Más, que más que un inicio de algo, es el desenlace de un largo recorrido por sanar sus heridas. En sus palabras: «La fase final de una reconstrucción de vida».
Las expectativas de estos productores audiovisuales y esposos era comenzar una conversación pública sobre el abuso sexual infantil y en lo posterior, pasar al componente jurídico y de soporte emocional. Pero desde que lanzaron la campaña a inicios de septiembre, el impacto y receptividad por parte de cientos de víctimas los ha desbordado. Tanto que hace poco comenzaron con los primeros grupos de apoyo, anónimos y reservados, para víctimas de estos abusos.
«Partimos de cero, es algo que nunca se había hecho», comenta Paola Andrade (44) desde su hogar ubicado en Guayaquil, en una de las ciudadelas de la vía a la Costa. Ricardo Vélez (42), su cómplice y compañero, confiesa que por el ritmo vertiginoso de las últimas semanas esta es la primera tarde que pasan en casa. Juntos, tomados de la mano, hablan abiertamente de los abusos a los que padecieron durante casi toda su infancia y que en su mayoría fueron perpetrados por familiares muy cercanos. «El 93% de los casos el abuso lo comete un pariente cercano o persona de confianza y en el 73% de los casos la familia le da la espalda al niño», sostiene Paola, quien hace referencia a estadísticas mundiales del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). También cita la edad promedio que tiene el niño abusado: 5 años, 7 meses. «Es por eso que cuesta tanto hablar del tema, porque duele, incomoda», asevera la directora de la iniciativa y añade que ese silencio cómplice blinda al abusador para que siga haciendo de las suyas.
Más que estadísticas, los abusos son historias devastadoras que desde el inició de la campaña Ecuador No Más, llegan por montones a su correo electrónico. «Somos depositarios de todo tipo de anécdotas», sostiene Paola, mientras menciona -sin citar remitentes- algunos de los mensajes. Uno que le impactó mucho y pone en manifiesto la cercanía e impunidad de la que se aprovechan los pedófilos se titula: Violador en serie. «Se trata de 10 niñas que fueron violadas por el mismo tío, ¡y en la familia todos sabían!», explica indignada. Es inevitable que cada historia remueva algo de la propia.
Es que el abuso sexual infantil no se olvida y sobre ello da cuenta Paulina Ponce, psicóloga y directora de la Fundación Azulado. Ponce explica que no hace falta contacto físico para hablar de abuso y que actos como masturbarse frente a un niño, hacer que se desvista o mostrarle pornografía, dejan huellas que solo pueden sanar con tratamiento. Nunca olvidar. Ni se diga de actos sexuales explícitos como el sexo oral, que muchos abusadores practican con sus víctimas porque no deja huellas visibles. Pero en la mayoría de los casos, como el Paola y Ricardo, no hay proceso de recuperación del menor porque los padres o adultos responsables ignoran los abusos que sufren.
«Me pase llorando toda mi infancia», dice Ricardo y relata que una vez comenzada la campaña Ecuador No Más recibió la visita de unos primos, que le recordaron a su abusador y le comentaron que también se quiso propasar con ellos, pero sus padres reaccionaron y lo enfrentaron. «Nunca lo denunciaron ni se preocuparon por otros niños de la familia que podían ser víctimas, como yo». «Los niños que sufren de abuso sexual ya han sido víctimas de algún tipo de violencia previa y la negligencia es violencia», continúa Paola. «Madre que no te cuida es negligente y te convierte en presa facilísima para el abusador, que es un depredador que está constantemente analizando la situación».
«Somos huérfanos de padres vivos»
Tanto Ricardo como Paola relatan que tuvieron padres ausentes y que sufrieron durante años de abusos reiterados sin que nadie los defienda. «En mi caso hubo varios abusadores y los últimos fueron dos dentistas que ya están muertos», indica Paola. Recuerda que su madre la enviaba sola al odontólogo y que en medio de las consultas estos aprovechaban para manosearla y halarle los pezones. Su abusado principal iba más allá y la obligaba a realizar felaciones. «Por eso pasaba escupiendo todo el tiempo». «Simplemente te cohibes, te aíslas, te anestesias, entras en lo que se llama síndrome de acomodamiento que es una forma de sobrevivir», comenta Ricardo y añade que él y su esposa se saturaron de trabajo para evitar pensar. «Porque pensar duele».
La pareja se conoció y enamoró hace 20 años, cuando eran compañeros de estudios en el Instituto de Televisión ITV. Entonces se confesaron sus aflicciones y empezaron a caminar un largo trecho que los llevó a recurrir a sinnúmero de terapeutas y retiros espirituales de todas las religiones posibles. Tardaron 17 años en encontrar el soporte psicológico adecuado y comprender que la única forma de sanar era poner en orden sus pensamientos y quitarse el complejo de culpa que arrastraban. Entonces entendieron que eran sus padres los que debían procurarles cuidado y protección, y que era necesario establecer distancia con sus familias inmediatas que aún seguían frecuentando a sus abusadores. La decisión fue liberadora.
El mensaje de Ricardo y Paola para todos los sobrevivientes es que se puede alcanzar la felicidad después del abuso sexual infantil. Así se sienten por la vida que han construido juntos y la familia que han formado junto a tres hijos. Ahora sus esfuerzos están enfocados en conseguir el apoyo y recursos para avanzar en todos los frentes de su campaña, incluido el jurídico, que intenta asentar jurisprudencia sobre la imprescriptibilidad del delito de abuso sexual infantil y la introducción de una materia de prevención sobre estos peligros en la malla curricular de las escuelas. Basados en su experiencia como padres aseveran que no es bueno educar con miedo sino con empoderamiento.
Hasta ahora han recibido el apoyo de decenas de voluntarios, que además de ayuda, les han ofrecido instalaciones permanentes para desarrollar los grupo de apoyo. Así mismo destacan el respaldo de medios de comunicación como Ecuavisa, que a través de su programa En Contacto ha puesto sobre el tablero la conversación sobre el abuso sexual. Hablando de fondos para financiar la iniciativa, Paola explica que el Municipio de Guayaquil les otorgó un soporte de USD35.000 y que contrario a todas sus expectativas, no han recibido nada de parte del gobierno. Espera que se involucren en esta iniciativa que debería ser una preocupación de salud pública.