- Las artesanas de AMA se reúnen en su sede de la parroquia El Retiro (Machala) con el docente de la Universidad de Machala Marco Sánchez.
El día para Zoila Vega comienza en la madrugada. A las 4:00. A esa hora se dispone a preparar el desayuno para su esposo, que trabaja como jornalero en la siembra de plátano, cacao y maracuyá. A las 8:00, deja de lado sus quehaceres para dedicarse a un actividad poco convencional: la elaboración de sombreros artesanales con fibra de banano. Una labor que aprendió hace ocho años como integrante de la Asociación de Mujeres Agro-artesanales (AMA) de El Oro, y que le reporta un ingreso promedio de $100 mensuales. Quizás no parezca mucho, pero sumados a los $50 que percibe su cónyuge semanalmente, alcanzan para cubrir sus necesidades más básicas. “Lo que quisiera es que haya más trabajo, para poder vender más artesanías y tener más platita para la comida”, comenta Zoila de 65 años y residente del cantón Santa Rosa. Quiere ser un soporte para su marido, que tiene 75 años y padece de dolores en la columna. Aún así no puede dejar el trabajo pues no cuenta con ningún seguro ni derecho a pensión.
“Aquí no se le cierran las puertas a nadie. La Asociación la integran madres, madres solteras, adultas mayores, la mayoría de la zona rural pero también de la ciudad”, asegura Felicia Mendía, coordinadora del gremio. Son alrededor de 20 mujeres que trabajan desde sus hogares y mantienen reuniones periódicas en El Retiro, parroquia rural de Machala. Mendía describe a la elaboración de sobreros, carteras, souvenirs y bisutería con fibra de banano, como una actividad generacional. El proceso inicia en las bananeras, donde las mujeres acuden en grupo o con sus familiares a recoger los tallos caídos del banano. Luego desvainan el tallo para obtener tres tipos de fibra que finalmente someten a un proceso de secado. Esa es la base de sus artesanías. “Parece increíble pero de cada tallo sale un sombrero, máximo un sombrero y medio”, comenta Mendía. El tiempo de elaboración va desde un día entero dedicado a confeccionar el sombrero, aunque de momento, ninguna se puede dedicar a ese oficio tiempo completo. Trabajan por pedido.
Hace tres años la Asociación estuvo a punto de disolverse por falta de presupuesto, incluso cerraron el local que mantenían en el Mercado Las Palmeras, pero las mujeres se aferraron a continuar elaborando un sombrero artesanal que ellas consideran patrimonio de la provincia. Y buscaron alternativas. Nataly Cely, también integrante de AMA, ofreció su hogar ubicado en el centro de la capital orense como centro de acopio e instaló una vitrina para exhibir sus productos. Ahora alterna sus actividades domésticas con la atención al cliente. Así mismo han realizado gestiones con autoridades locales, provinciales y nacionales que despachan desde la provincia aunque no han recibido el apoyo deseado. “Esa disputa de poderes es un limitante para las organizaciones sociales que no nos deja sucumbir. Si tú trabajas con el gobierno provincial, ya eres socialcristiano y si trabajas con la gobernación eres Alianza País… pero nosotros siempre decimos que nuestra ideología política es muy aparte”, sostiene Mendía.
Pero otras puertas se están abriendo. La Universidad Técnica de Machala (UTMACH), como parte de sus proyectos de vinculación con la colectividad, ejecuta desde 2014 el programa Exporta Fácil-AMA que conjuga la herramienta implementada por el Ministerio de Producción con la búsqueda de nuevos mercados para los productos de fibra de banano. “Es mucho más simple porque el método tradicional que es marítimo requiere que usted llene un contenedor, tenga token (o firma electrónica) y un contingente económico para poder sustentar una exportación grande. Exporta Fácil no, porque se maneja por mensajería. Se puede utilizar el sistema sin ningún problema, desde una muestra hasta 30 kilos con una declaración”, explica Marco Sánchez, profesor de la carrera de Comercio Exterior que impulsa la iniciativa. Añade que alrededor de 250 estudiantes se han involucrado en la exportación de las artesanías.
El programa cumple una doble función. Por un lado les ha dado un nuevo impulso a las artesanas de AMA y por otro, permite a los estudiantes de los últimos años suplir las horas de vinculación con la comunidad que necesitan para graduarse. Cada proceso de exportación es válido por 50 horas y además permite a los estudiante tener un ingreso extra como intermediarios. “De momento se está apuntado a mercados calientes, que son familiares y amigos”, indica Sánchez y agrega que “para evitar malas interpretaciones o que los estudiantes asuman el costo de la artesanía, deben presentar entre la documentación, un comprobante de depósito o giro desde el exterior donde se evidencie que ha vendido el producto y que por lo menos ha recuperado el dinero”. Las artesanas venden los sombreros a un promedio de $20 a lo que hay que sumarle otros $18 por el servicio de mensajería al exterior que lleva el producto hasta el domicilio del cliente.
Las artesanas de AMA se sienten orgullosas de que sus sombreros y carteras se empiecen a lucir en el extranjero y esperan que esto les abra nuevas puertas para que la actividad se convierta en un sostén importante para las economías de sus familias.