«Lleven bastante chuchería. Compren bastante agua. Una botella de agua en la carretera puede costar dos dólares. Y el viaje en autobús dura tres días. Compren con anticipación sus boletos, si es posible uno o dos meses antes de su viaje. Les permiten llevar hasta 20 kilos de equipaje y 10 kilos más como equipaje de mano. Si van a viajar con electrodomésticos procuren que no vengan nuevos, porque sino les cobran impuestos en las aduanas. Los autobuses de Rutas de las Américas son bastante cómodos, pero vayan con tiempo para que les asignen un asiento que no esté cerca de los baños porque emana olores bastante fuertes. En el trayecto ponen películas bastaste buenas. Yo llevé muchos libros pero con tantas vueltas que hay en el camino no pude leer, así que no les recomiendo. Lleven sus documentos, título universitario. Por favor, no viajen con el pasaporte vencido, no lo hagan. Devuelven a las personas en la frontera con Colombia. En las carreteras hay duchas, pónganse ropa cómoda, nada de tacos, zapatos de goma, tipo Crocs. Cuando uno va llegando a Quito es en la madrugada. Tengan la forma de poder comunicarse con sus familiares o tener listo el hotel y su dirección, a donde van a llegar. Un taxi en Quito puede costar entre dos a siete dólares, dependiendo. Después de Quito, viene Guayaquil. No digan que cargan nada de valor encima. Traten de traer sencillo, en dólares. Una cena en Ecuador puede salir en tres dólares. ¿Qué más les puedo decir? Espero que de verdad les vaya muy bien en sus viajes. Disfruten el viaje, toménselo como tres días de ocio, que están sus camas echados viendo películas. No se lo tomen como algo pesado…»
Grecia Jérez es una venezolana que emigró a Guayaquil hace pocos meses. Y decidió grabar una serie de videos titulados «Emigrando de Venezuela», en los que da recomendaciones a sus compatriotas que, como ella, tomaron la decisión de abandonar su país convulsionado. La necesidad de orientación para los venezolanos es alta. De manera que Grecia colgó sus videos en Youtube, desde junio de este año. Allí habla de todo lo que un venezolano quisiera saber para su objetivo de quedarse a vivir en Ecuador. Desde el mismo momento de su partida, en el caso de Grecia y de cientos de venezolanos, en autobús. Un viaje de tres días.
La historia de Grecia es la misma de miles de venezolanos que han escogido a Ecuador como su puerta de escape. Una gran cantidad de los que han llegado, especialmente desde el año pasado hasta estos meses, son jóvenes que bordean los 30 años, profesionales o con un oficio ya definido, con cierto capital para subsistir con dignidad en el «caro» país ecuatoriano -como ellos lo definen- y buscar un trabajo o instalar un negocio.
Hay una oleada de venezolanos que vienen al Ecuador para quedarse. Y Quito es su principal objetivo.
Ana S. estudió Turismo en la Universidad Central de Caracas. Pero ella quería seguir Artes. No encontró cupo por lo que se resignó a emprender una carrera que no le llama demasiado la atención. Pese a eso, la culminó, se graduó y cumplidos los 28 años, estando soltera y sin hijos, con dos amigos más decidieron dejar su país en el que, sencillamente, no tenían nada que hacer.
«Nos fuimos para Panamá primero. Pero nada que ver en ese país. Trabajé un mes el allá y no soporté más. Mi segundo opción fue Ecuador, que es el país más recomendado. Yo de necia me fui a Centroamérica. Ahora estoy acá, buscando trabajo. ¿Tú sabes de alguno? Mira que yo sé escribir algo. También hago poesía. ¿Quieres leer lo que he hecho por acá?
En efecto, Ana S. escribe poesía. Pero trabajos para poetisas como ella no hay ni en Venezuela ni en Ecuador. Así que seguirá buscando un empleo, «en lo que sea. Eso sí, menos vender el cuerpo, cónchale. A eso no hemos venido», dice esta caraqueña de piel trigueña, pelo zambo y figura delgada. Ella vive en un cuarto «que no está mal», por el populoso sector de La Marín, en pleno centro de Quito, con dos compatriotas más.
Álex en cambio es un joven atlético que prefiere dejar de comer antes de perder su rutina obligatoria en el gimnasio. Él llegó a Quito casi expulsado de su tierra, cuando lo acusaron de trabajar para la oposición en la organización de manifestaciones. Fue acosado por las fuerzas oficiales y prefirió cortar por lo sano y comenzar otra historia en la capital ecuatoriana. Tiene 25 años y es diseñador de páginas webs, en lo que no tardó mucho tiempo en encontrar trabajo. Ahora dice que está bien, aunque un tanto nervioso con toda la convulsión callejera con la que topó las últimas semanas. «Mira, esto se está pareciendo mucho a Venezuela. Que golpe de Estado, que banderas negras, que fuera Correa. Es una lástima, a nadie le deseo que se repita lo que está pasando en mi país».
Dos venezolanos decidieron subir a un bus de Quito y gritar a viva voz que ellos tampoco quieren que en Ecuador se repita lo que pasa por allá, por lo que invitaban a la sorprendida gente a salir a las calles. Eso fue grabado y subido a las redes sociales. Las imágenes fueron aprovechadas por opositores al gobierno y criticadas por quienes defienden al régimen. El ministro de Defensa Fernando Cordero dijo, sobre este video, que «una horda de venezolanos» ha llegado para conspirar contra el gobieno y que alguien les está pagando. Por su parte, el presidente Correa los llamó «reaccionarios y resentidos». Además, dijo que si alguien los ve, avisen para «mandarlos de patitas fuera del país».
El hecho es que Ecuador se ha convertido en una esperanza para estos jóvenes extranjeros. Como Corina, de 19 años, que no sabe muy bien que vino a hacer por acá. Pero le gusta Quito, sus paisajes, el clima y «la paz» que se respira en las calles, pese a los gritos de protesta que se escuchan, que para ella no es nada en comparación a lo que vivió en su patria.
También hay técnicos petroleros.
«Mira, chamo, la cosa se puso medio complicada por acá también. Yo te puedo recomendar con unos amigos que trabajan en el oriente, en lo tuyo que es el petróleo. Déjame tu carpeta y veré que puedo hacer».
El hombre grueso que habla tiene un restaurante en la avenida 12 de Octubre, norte de Quito. Y su interlocutor es un joven profesional que dice haber trabajado para PDVSA. Tiene experiencia y recién llegado a Ecuador fue a buscar a quien era el recomendado de un amigo. No llegó solo, iba acompañado de un chamo más.
¿Y tú que sabes hacer?
-Yo, no mucho. Yo le entro a lo que sea.
Las cifras de ingreso de venezolanos confirman la tendencia. En 2008, ingresaron a Ecuador 20.000 venezolanos y en 2013, esa cifra se triplicó a 65.000. De 2014 no hay una cifra oficial hecha pública, aún.
Otros vienen únicamente de compras y para ellos, su destino es Manta, aprovechando la ruta Barcelona (ciudad venezolana)- Manta que abrió la aerolínea Avior. Los venezolanos tienen un cupo -dentro del mercado de salida de divisas que controla el gobierno- cercano a 2000 dólares cuando se trata de viajes internacionales. El comercio en Manta creció, los extranjeros compraban y pagaban con tarjeta de crédito y regresaban a su país con lo que dicen son sus objetos personales: leche, medicinas, toallas sanitarias, champús…
La Cámara de Turismo de Manta informó que en seis meses entraron a la ciudad 10.000 venezolanos. Allá están felices con los visitantes.
Pero hay quienes llegan y se regresan prácticamente sin equipaje. Algunos se limitaron a hacer turismo, pero otros no solo eso. Aparece entonces el término «raspado», que también es muy conocido en Quito.
«¿Qué es el raspado? Debido al control cambiario que rige en Venezuela, que prohíbe la compraventa libre de dólares, los ciudadanos de ese país vienen al Ecuador, donde simulan adquisiciones de servicios y bienes con su tarjeta de crédito. Las transacciones son reales, pero las compras son ficticias. Por cada transacción pagan una comisión que fluctúa entre 18 y 20%, y reciben dólares en efectivo. Luego de pocos días regresan a Venezuela y cambian los dólares en el mercado informal. El tipo de cambio oficial es 6,3 bolívares por dólar, pero en el mercado negro puede llegar hasta 180 bolívares por dólar», se explica con claridad en la página Inteven.net, un portal de ingenieros y técnicos venezolanos. Un buen negocio, al que el Servicio de Rentas Internas ya le está siguiendo la pista por un mal uso del contrato de responsabilidad de las máquinas para lectura de tarjeta de crédito.
En abril de este año, el gobierno venezolano decidió reducir los cupos para compras por internet y para los viajeros.
La gran cantidad de venezolanos ha merecido que empiecen a organizarse y darse ayuda, mutuamente. La solidaridad entre ellos parece una marca. Solo en Facebook hay alrededor de 40 grupos de Venezolanos en Ecuador: de médicos, de técnicos, ingenieros, periodistas, contadores, veterinarios, enfermeros, músicos, abogados, odontólogos y hasta un grupo de madres de familia venezolanas en el que se cruzan información de los lugares en donde pueden adquirir a precios más baratos, pañales, leche y cereales o de guarderías en las que puedan dejar a sus hijos, con precios bajos.
Uno de los grupos formales es la Asociación Civil Venezolanos en el Ecuador, que ha organizado varios encuentros en Quito, a los que asisten hombres y mujeres para conocerse, contar sus experiencias, rezar y ofrecer cualquier colaboración que puedan dar. La pasan bien.
¿Cuántos son los que se quedan? No hay una cifra oficial. Un intento por conseguir información que hizo diario El Comercio no tuvo resultados. Pero en las calles del Ecuador los acentos llaneros se escuchan con más frecuencia y las arepas se venden más en los restaurantes.