Las historias de Jeison y Kelly tienen similitudes, pero hay un punto de inflexión que ha hecho que sus vidas tomen caminos distintos: la concesión de refugio. Siendo adolescentes, ambos tuvieron que abandonar su natal Colombia junto a sus madres y hermanos para huir de la guerrilla. En el caso de Kelly, oriunda de Cali, los grupos armados rondaban la hacienda de su abuelo ubicada en la zona rural, “entonces mataron a un tío mío y pues temíamos que fueran a coger a mi hermano, entonces nos vinimos”, recuerda. Jeason vivía en Florida Valle, un municipio pequeño y conflictivo, que por su cercanía con la montaña solía tener incursiones regulares de la guerrilla. Por ello “saliendo de tanta violencia, queriendo mi mamá que no fuéramos a coger las drogas, decidió que nos viniéramos para acá a buscar un futuro mejor”.
En un inicio la familia de Kelly se instaló en casa de unos cristianos y su hermanó comenzó a vender cosas en los buses. “De hecho se le desvió la columna porque acá los buses no le paran a los hombres y él no estaba acostumbrado a tirarse al vuelo”, comenta la joven. Pero de eso ya han pasado siete años. A día de hoy su madre y hermano viven en los Estados Unidos, a donde llegaron hace nueve meses tras acogerse a la opción del tercer país de refugio. Kelly, de 22 años, se quedó sola en su casa de la Florida Norte, pero pasa tan ocupada que no tiene tiempo para extrañarlos.
Kelly estudia Comunicación Social en la Universidad Salesiana y canta en el coro de su universidad y de la Orquesta Sinfónica. Además es parte de la Orquesta Colombo Ecuatoriana, el son del refugiado. Una iniciativa de integración juvenil a través de la música del Comité de Derechos Humanos (CDH) con el apoyo de la ACNUR. «Es muy bacano porque podemos compartir, además nos entendemos muy bien», comenta sobre la orquesta. «Uno se puede ir a otro lugar y se puede adaptar pero nunca es como estar en la casa de uno», añade la joven, que ha encontrado estabilidad y cariño. Eso sí, dice que le ha tocado cambiar mucho su forma de ser. «Porque de pronto me dan ganas de darle un beso a alguien en la mejilla, yo me lanzo de una, sea hombre o mujer, pero acá me dicen que esas cosas no se pueden hacer porque la gente las malinterpreta», comenta.
Para Jeison, en cambio, no han quedado atrás los días de incertidumbre por iniciar una vida nueva en un lugar extraño. Además del choque cultural y la discriminación que nunca falta, su condición de irregularidad lo persigue en su vida cotidiana. Apenas llegó al país, cuatro años atrás, solicitó refugio junto a su madre y hermano mayor, pero les fue negado después de una larga espera. Apelaron, pero volvieron a recibir un no por respuesta. Entonces su hermano, que no se conformó con la situación, regresó para Colombia y tras permanecer cerca de un año en su pueblo natal fue asesinado de una puñalada en el corazón. «Nos dicen que pudo haber sido la guerrilla, porque como nos quiso llevar y nosotros nos vinimos para acá, estuvimos desaparecidos un buen tiempo. Mi hermano regresó, seguro no se quiso ir y lo mataron».
Jeison, de 21 años, vive con su madre en el Guasmo Sur y trabaja esporádicamente como oficial de construcción. Ni siquiera se ha planteado estudiar, porque su prioridad es colaborar con su mamá, que se gana la vida como ayudante en un restaurante cercano a su domicilio. Su condición de irregular tampoco le permite retomar su voluntariado en la Defensa Civil. «Es algo que a mi me gustaba muchísimo, que me apasionaba bastante y tuve que dejarla cuando me vine», comenta algo afligido. Eso sí, la Orquesta Colombo Ecuatoriana le ha devuelto la sonrisa. De hecho, asegura que es lo mejor que le ha pasado desde su llegada. «He aprendido, he conocido nuevas personas, me ha hecho una mejor persona también», comenta el joven que toca la percusión.
Y es que la Orquesta Colombo Ecuatoriana ha servido de escape e inspiración a jóvenes de los dos países, que han tenido que romper la barrera de la desconfianza y los prejuicios para convertirse en una gran hermandad. «Ahora todo va funcionando bien, vamos caminando de la mano. En la orquesta nos cuidamos unos con el otro. Somos una familia grande», asegura el músico y director Pablo Vásconez.
Entre tanto al país continúan llegando cada mes cientos de refugiados procedentes mayoritariamente de Colombia. Por algo es el país sudamericano con mayor población refugiada: unas 60.000 personas. Pero la concesión o no de ese ansiado asilo humanitario hará la diferencia, tal como lo hizo con Jeison y Kelly.