«Quien administra justicia con miedo, no la administra, la endilga al que cree que le va a hacer menos daño, pero no administra justicia. Yo resuelvo sin miedo. Sin miedo a que me critiquen, porque tengo la seguridad de mi decisión. Sin miedo a que me maten, porque si me matan es por hacer mi trabajo. No creo que a nadie se deba matar por trabajar, pero si me matan haciendo justicia, que así sea. Y más allá, sin miedo a perder un puesto que no me va a atar siempre. A veces decidimos con miedo por lo que nos pueda pasar administrativamente. Muchos lo dicen, por aquí me va mejor que por allá: «Ah, es que es un caso candente, tengo que ver para qué lado me voy y tengo que ver quién me hace menos daño». Y cuando uno hace eso, uno deja de administrar justicia y empieza a decir por aquí me va bien, por aquí me va mal y juega las cartas. Con esta carta, sí, con esta quién sabe, con esta carta mañana, con esta carta pasado. Pero hacer justicia es diferente, es tener un hecho y sobre ese hecho determinar lo que corresponde en Derecho. Nosotros no nos inventamos nada.
¿Y eso que usted narra lo está viendo actualmente?
Yo hablo de mis casos….
No le estoy pidiendo nombres, pero estas son las críticas generales que se hacen a la administración de justicia.
No podemos negar la realidad y los niveles de deslegitimación de la justicia son históricos, no solo a nivel de Ecuador, sino de América Latina. En ese nivel de deslegitimación lo que tenemos que hacer es lo contrario, legitimarnos. ¿Y cómo se legitima un juez? Se legitima a través de una decisión, pero no solamente eso. Esa decisión se debe entender. Si esa decisión es correcta, pero no la entiende nadie, no me estoy legitimando. Hay que ser transparentes en lo que decimos, y decirlo claro. No endulzarlo, ni decirlo bonito, sino con las palabras correctas para que el ciudadano de a pie lo pueda entender. Los que merecen entender la decisión no son los abogados, porque ellos entienden lo que nosotros decimos con palabras rimbombantes. Los ciudadanos son los que deben entendernos, que nuestras sentencias sean imparciales y se entiendan. Y debe haber independencia de los sesgos. Un juez no puede juzgar por sesgos, ni por apasionamientos ni por dónde me va mejor.
Ni dejarse llevar por directrices que alguien les da, quién sabe para qué intereses.
¿Qué espera usted como ciudadano de un juez? Que sea imparcial. Y que le dé la razón a quien corresponda que tiene la razón, en Derecho.
Si usted me lo pregunta, lo primero que yo espero de un juez es que esté preparado para el cargo. Es lo que esperaría, de entrada.
Eso ya es responsabilidad de quien está al frente de administrar justicia. Si no me siento preparado ni con la responsabilidad para administrar justicia, ¿usted cree que la puedo administrar? Y ojo que la responsabilidad de estar preparado no significa únicamente ir a a la academia, sino preparado para asumir la responsabilidad de ser un magistrado.
Eso incluye la presión.
Incluye la presión, que incluye el temor. Un juez que está consciente que va a fallar en contra de un interés que lo amenace, hará que sienta en ese momento temor. ¿Y el temor con qué se va? Con la decisión. Se va aplicando el Derecho, pero también se va con ese ejercicio interno de decir esta es mi responsabilidad y este es mi rol.
Usted hace poco fue amenazada y nos habla del miedo. ¿Cómo procesa usted una amenaza contra su vida? ¿Y cómo se sigue adelante?
No fue la primera amenaza, es la segunda o la tercera. Lo manejamos un poco más cuando se trata de una amenaza directa hacia nosotros. La de hace poco me decían «la vamos a desaparecer». Pero antes me hicieron una amenaza donde hablaban de mi hija, de lastimar a mi familia. Entonces allí sí uno dice ¡Epa!, la que asumió esta responsabilidad fui yo, no mi familia. ¿Cómo manejo eso? Con fe. A uno le pueden dar protección, seguridad, sí, pero uno tiene que ir con fe. Saber que está haciendo lo correcto y que, por ende, un ser supremo lo va a salvaguardar. Quizás es un pensamiento lírico. Pero es que si no hago eso, tendría que renunciar mañana.
Usted es creyente y se arropa en la fe.
Sí. Creo que yo puedo tener toda la protección, pero hay momentos en los que uno debe tener fe en un ser supremo, o como usted lo quiera llamar. Finalmente, tengo que encomendarme.
Usted no se dobla.
No me doblo, por principios. Esos no son negociables. La corrupción no es negociable, aunque cueste lo que cueste. Creo en la justicia, creo que hay muchos jueces probos, fiscales probos. Mucha gente que está trabajando en pro de la justicia. Pero también creo que del otro lado hay gente que lo quiere lastimar a uno. Y lo va a presionar de cualquier manera, incluso amenazándolo. Pero yo no puedo dejar de hacer justicia si me dejo doblegar por el miedo. No estaría cumpliendo con mis principios, estaría doblegándome ante la corrupción, siendo deshonesta. No solo con la sociedad, con el Estado, deshonesta conmigo misma.
Mercedes Caicedo se graduó de abogada a los 21 años, en la Universidad de Guayaquil. A los 24 años ganó un concurso para ser jueza de San Miguel de Bolívar, en donde estuvo tres años, de 2012 a 2015. Luego ganó otro concurso para ser jueza de un Tribunal Penal en la provincia donde nació, Los Ríos. En Babahoyo trabajó en la Corte Provincial desde 2015 a 2021. En plena pandemia, participó por una de las vacantes para la Corte Nacional de Justicia en 2021 y quedó con el cargo de conjueza, a los 33 años. Cuando Iván Saquicela fue designado presidente de la Corte Nacional, Mercedes Caicedo asumió su puesto en la sala Penal de la Corte Nacional, hasta este 26 de septiembre en que regresó a su puesto de Conjueza. Actualmente tiene 36 años.
El ser magistrado implica legitimarme con cada una de mis decisiones, implica decirle a la ciudadanía este es mi trabajo, esta es la bandera que estoy alzando. Y la que yo he alzado es la erradicación de la violencia de género. Y lo hago sin fanatismos ni por moda.
Y del 1 al 10, ¿usted qué tan satisfecha está de haberse legitimado con sus actuaciones en el cargo de miembro de la Sala Penal de la Corte Nacional?
Creo que estaría satisfecha con un 8. Soy muy exigente conmigo misma.
8 no está nada mal…
Sí, pero no es la calificación perfecta.
¿Qué le ha faltado?
Quizás vincularme más con la academia, mostrar más mis decisiones. Yo comencé redactando sentencias más amplias, ahora las hago más concisas. Y la difusión es importante, porque genera debate, para que los que estudian Derecho las lean y nos critiquen.
¿Y usted cómo jueza qué siente al observar que condenados por graves delitos recuperan su libertad al cumplir menos de la mitad de su condena, o lo que es peor, con un Habeas Corpus?
Eso es grave. Pero hay casos y casos. Que se ha dado mucha tela que cortar con esto de los Habeas Corpus, es algo indiscutible. Se han usado para dejar libres a quienes no se debía dejar libres, es cierto. Pero esa determinación debe estar en la ley, como por ejemplo, que los adultos mayores no estén en un centro de privación de libertad y que cumplan arresto domiciliario. El juez que hace cumplir esto, está en lo correcto. Pero tampoco es correcto que so pretexto de Habeas Corpus, se reparta libertades como cartas.
Esto último es lo que está pasando. Parece un modus operandi acudir a jueces de zonas recónditas para que otorgue libertades a quienes no debían salir.
Cada caso hay que analizarlo. Si se observa que ha existido un error, hay que declararlo. Y no solo quedarnos con eso, sino aplicar la sanción.
¿Y usted como jueza cómo toma las opiniones de que el actual nivel de violencia que sufre el Ecuador, pasa también por los niveles de impunidad? ¿Asume lo que le corresponde?
La Corte Nacional conoce los casos que están con un recurso extraordinario, sea revisión o casación. La impunidad se puede generar en la investigación, en el desarrollo del proceso y también en los recursos, indudablemente. De ahí la importancia de la transparencia en nuestras actuaciones y decisiones. Que entre la fiscalización social pero con un criterio. No hay que dejarse llevar por mensajes falsos, sino con bases. Y conocer las motivaciones.
¿Entonces hay o no impunidad en el país? ¿Y en qué nivel?
Hay impunidad. No le podría decir en qué nivel. Hay casos en donde no hay denuncias, a veces falta de investigación, a veces actuaciones erróneas…son muchas las causas que generan impunidad, no solamente es una. Y el sistema penal es que el que tiene que dar respuestas. Hay que identificar en qué parte del sistema penal hay más problemas.
¿Vivimos o no una crisis de impunidad?
Sí, pero no la está viviendo solo Ecuador. Es toda América Latina. Y lo que hay que hacer no es solamente, señalar, sino actuar. Hay que actuar desde el metro cuadrado. Combatir la impunidad desde mi trabajo, desde mi rol. Jueces, fiscales, magistrados, defensores públicos. Comencemos con nosotros, qué estamos haciendo bien y qué mal. A mí no me sirve poder dormir tranquila. Me sirve que los ciudadanos duerman tranquilos sabiendo que cuentan con un juez que dicta justicia.
Desgraciadamente, no es lo que está pasando. La gente no duerme tranquila y no confía.
Estamos entre el 5 y el 7% de confianza o credibilidad en la Función Judicial.
Eso es bajísimo. Tal vez de los más bajos a nivel histórico.
No sé si sea el más bajo. Ecuador sí está entre los países con más bajos niveles de credibilidad en la justicia a nivel de América Latina.
¿Y con ese nivel de credibilidad en esta justicia, usted cómo se siente?
La Corte está transparentando sus decisiones y eso es bueno. Cada uno de nosotros puede dar cuenta de su labor. Eso hace que los niveles de credibilidad suban. No podría hablar de ninguno de mis compañeros, porque cada uno tiene que dar cuenta de sus actuaciones. Y más aún con esta política de puertas abiertas.
¿Y de las pugnas que se dan entre las autoridades de la Justicia? Judicatura versus Fiscalía, Judicatura versus Corte...
Sobre eso no me pronuncio porque soy magistrada, estoy en la Sala Penal, y los casos pueden llegar a mi conocimiento. Decir A, B o C, implica adelantar un criterio. Prefiero pronunciarme con mis decisiones. Entonces, de temas de la coyuntura actual, prefiero no pronunciarme. Pero más allá del prevaricato, es saberme imparcial yo misma. No tener un sesgo para nadie.
¿Y podría dar su opinión sobre el estilo que ha impuesto el presidente de la Judicatura, Wilman Terán?
Cada es quien dueño del trabajo que hace.
Y de su estilo para hacerlo.
Y de su estilo. Yo tengo mi estilo, mi manera de llegar a la ciudadanía, de hacer conocer mis decisiones. Y es un tanto informal, más jovial.
Nada histriónica…
Cada quien tiene su manera de mostrarse, de trabajar. Y cada persona da cuenta de su labor. No se trata de señalar tanto a los demás, sino de empoderarse con lo que uno tiene que hacer.
¿Usted no le debe favores a ningún político?
A nadie. Alguien me decía que siempre hay que deber favores, pero yo creo que cuando eso pasa, uno se vende. Yo prefiero hacerme a un lado. Seguir estando en ningún bando, con tal de seguir haciendo lo que creo que es correcto hacer, de acuerdo a la norma. Si eso me cuesta el cargo, me cuesta amenazas, si eso hace que no me aplaudan, que no me deba a ningún grupo, pues que así sea.
¿Y de los intentos de los políticos por meter sus garras en la justicia?
La justicia es independiente y hay que ser valientes. No tener temor. Y el juez que tenga miedo, que cuelgue su toga y se vaya a su casa.
Marlon Puertas