Niños ecuatorianos se están yendo, por decenas, con rumbo a los Estados Unidos. No llevan visado, sí equipaje ligero. Y hay gente -coyoteros aquí, polleros en México- que está cobrando por la travesía. Hasta $20 mil por cada uno. Los padres de los menores los quieren allá y están dispuestos a pagar lo que sea, aunque por eso, sus hijos tengan que vivir la peor experiencia de sus cortas vidas. Y en ciertas ocasiones, los niños no pueden llegar y regresan; y en otras, mueren en el camino, sin que la familia se pueda reunir una última vez.
En Estados Unidos, la llegada de miles de niños que cruzan sin compañía la frontera -90.000 hasta el cierre del 2014 según la proyección del Departamento de Seguridad Nacional- ya es considerada una crisis humanitaria. El fenómeno, ha motivado intensas reuniones de las máximas autoridades de los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras, de donde provienen la inmensa mayoría de estos menores. También se ha pronunciado el presidente de la Asamblea General de la ONU, Ban Ki-Moon, el presidente norteamericano Barack Obama y su homólogo mexicano Enrique Peña Nieto, que en una reunión con el Secretario de Estado del Vaticano este domingo 13, ha tratado la problemática. Todos aseguran que buscan soluciones para ponerle un freno a la situación.
Pero en Ecuador, ninguna autoridad de primer nivel ha dicho ni una palabra al respecto. Eso sí, todos se han referido a Nohemí Álvarez Quillay, la niña de 12 años que murió en un albergue mexicano, tras ser frustrado su paso de Ciudad Juárez hacia la frontera. En este caso, se han iniciado sendas investigaciones y la viceministra de Movilidad, María Landázuri se ha trasladado a México a “exigir” que se esclarezca la muerte ocurrida el pasado 11 de marzo. Las autoridades han dado su pésame y lamentado la desgracia. Incluso el presidente Rafael Correa, en su paso por Nueva York en el mes de abril, fue a darles un abrazo a los padres de la menor, ilegales en esa ciudad, que pusieron -como tantos-, a su pequeña en la boca del lobo.
Pero del resto de niños que salen del país y que no son pocos, nada se dice. Y tampoco la justicia lo investiga, como reconoce el fiscal de Cañar Romeo Gárate, quien sobre tráfico de niños solo indaga la muerte de Nohemí, “el único caso” que recuerda.
Honduras, un trampolín al sueño americano
Desde que en 2007 se eliminó el visado entre Honduras y Ecuador, los viajes sin retorno se dispararon. Entre los años 2007 y 2013, se perdió el rastro de 992 niños que salieron del país vía aérea con destino a ese país centroamericano. LA HISTORIA ha obtenido esa cifra contrastando las estadísticas migratorias de salidas y entradas internacionales que reposan en el Archivo Nacional de Datos (Anda). Un total de 1286 menores de entre 0 y 14 años viajaron a Honduras durante ese periodo, pero solo 294 retornaron. La cifra se acrecienta con los adolescentes de entre 15 y 19 años, de los cuales, 5.255 no volvieron de su viaje a Honduras (ver gráfico).
Pero por cada niño se van 20 adultos. Es así que en ese mismo periodo, 21.403 viajeros mayores de 20 años se fueron para no volver. La supresión del visado se hizo para “fomentar principalmente el turismo bilateral”, según comunicó la Cancillería en ese entonces, pero de los 27.650 ecuatorianos que no regresaron de Honduras entre 2007 y 2013, 22.678 dijeron que se iban por turismo. “Se debe legislar sobre esa situación para evitar que se siga dando, porque es un ámbito nomás el judicial donde nosotros intervenimos, después es el Estado que debe crear una política más directa para solucionar esto”, asegura Romeo Gárate, fiscal de Cañar. Gárate admite que en estos últimos tres años se ha intensificado la salida de menores que van a reencontrarse con sus padres. Honduras es solo una de las tantas rutas que emplean las redes de tráfico de personas para llevar a los ecuatorianos a la frontera entre México y EEUU. También los cruzan hacia Colombia, como pasó con Nohemí Álvarez y otros dos hermanos de 14 y 16 años oriundos de Cañar, que fueron encontrados en situación irregular en el vecino país y deportados la semana anterior. Otras cifras que sitúan a los ecuatorianos en la frontera mexicana, están reflejadas en los informes estadísticos anuales del Instituto Nacional de Migración (INM) de ese país. Solo entre 2010 y 2013, unos 2.663 ecuatorianos fueron ingresados en estaciones migratorias después de haber sido detenidos en situación irregular. El número de detenidos ha tenido un incremento progresivo. De ellos, 177 eran menores de edad que fueron devueltos al Ecuador. Lo cierto es que el 96% de los niños que cruzaron la frontera durante el último año, 49.567, ya han sido entregados a sus familias en Estados Unidos, según el último informe de la Administración de Niños y Familias (HHS en sus siglas en inglés) recogido por la agencia EFE el 10 de julio último.
Tambo, la punta del ovillo
“En primer lugar debo informar que existen algunos estudiantes que están normalmente asistiendo a clases pero en un momento determinado desaparecen”. Así comienza su interlocución Milton Correa, rector del Colegio El Tambo, único plantel fiscal del cantón cañarense de igual nombre y centro de referencia de las escuelas de la zona. Fue esta, la última institución la que acudió Nohemí Álvarez antes de iniciar su viaje.
Rodeado de verdes colinas, el Colegio El Tambo recibió durante su último año electivo –apenas concluido- a 1042 estudiantes de entre 12 y 17 años en sus dos secciones: matutina y nocturna. Fue justamente en ese periodo que sus maestros registraron una oleada de migración infantil de la mano de coyoteros.
Por cada ausencia sin explicación, el tutor responsable indagó y reportó sus hallazgos. “Sin temor a equivocarme puedo decir que 40 estudiantes han salido de este colegio durante este año lectivo, de los cuales, unos se han ido, han migrado y otros han intentado migrar”, asegura Nube Chogllo, consejera del plantel que unificó los informes de los docentes. “Sabemos que partieron por información que alguien nos da, algún pariente, algún amigo, algún compañero. Nos dicen: ‘está en Nicaragua, está en Guayaquil, está en México’, pero pasa el tiempo y unos han pasado (la frontera) y otros regresan”.
Hubo ocasiones en las que los maestros se enteraron de que algún menor estaba por migrar e intentaron, infructuosamente, persuadirlos para que al menos concluyan el año electivo. Según explica el rector Correa, el principal problema es que son los padres de los chicos los que arman el viaje desde los EEUU. “Este fenómeno no se puede contrarrestar porque quienes nos están escuchando son más bien los encargados de cuidar a los hijos”, asegura. “No sé cómo llegar a las personas que migraron para que no pongan en situación de riesgo a sus hijos”, medita Correa. Y dice con franqueza que la reunificación de las familias tendría que ser al revés. Que si los padres ya han alcanzado cierta estabilidad económica y quieren estar con sus hijos, deberían volver.
De todos los estudiantes del Colegio El Tambo que han caído en las redes de tráfico de menores, Nohemí Álvarez es la única a la que recuerdan por su lamentable deceso. A pesar de no haber concluido la escuela por un primer periplo hacia el norte, la niña fue transferida automáticamente al octavo año. Solo acudió un mes a clases antes de emprender un nuevo éxodo. Nube Chogllo la entrevistó. Solo le dijo que había viajado y que no sabía si lo volvería hacer. La Consejera, contiene el llanto cuando piensa en lo que tuvo que vivir la pequeña: “Ay, si Nohemí hablara, ¿qué nos diría?”, murmura entre largas pausas. “Son incógnitas que jamás podremos resolver”.
La soledad de Leonela
Leonela tiene 12 años, cabello lacio y piel tostada. Sus días transcurren entre las idas al colegio y el deambular entre la chacra de arroz que separa la casa de adobe de sus abuelos con la de cemento que hicieron sus padres y tíos, todos irregulares en EEUU. Vive en El Rosario, una comunidad indígena del cantón El Tambo.
No ha pasado mucho desde que corría junto a Wendy y Nohemí, todas primas que partieron inicios de año junto a coyoteros para reencontrarse con sus padres en Nueva York. De Wendy sabe que llegó, de Nohemí que murió en el intento, aunque ignora las circunstancias. El hecho es que Leonela se quedó sin sus compañeras de juego.
Según los reportes que existen, en el tránsito a los EEUU, los niños pueden ser objeto de abuso físico y sexual. Son vulnerables a las mafias de prostitución infantil y también pueden ser víctimas de secuestros con la intención de extorsionar a sus padres, que les van siguiendo la pista. Siempre llevan los números telefónicos de sus familiares en cinturones o manillas, y pasan de mano de un coyote a otro, que suelen relevarse en los cruces fronterizos.
El actual código penal ecuatoriano, que solo tendrá vigencia hasta fines de este mes, condena, además de los coyoteros, “a los encargados de la protección y custodia de los niños, niñas o adolescentes, sean estos padre, madre, abuelos, tíos, hermanos o tutores o cualquier otra persona que facilite de cualquier modo la ejecución de ese ilícito”. Pese a ello, el gobierno no ha establecido ningún protocolo para frenar a decenas de padres, que viviendo ilegales en los Estados Unidos, pagan para que les lleven a sus hijos. Tampoco hará falta. El nuevo Código Integral Penal aprobado por la Asamblea, específicamente en su sección undécima sobre Delitos contra la Migración, elimina ese párrafo.
A Nohemí Álvarez la hallaron colgada de la cortina del baño de un albergue mexicano perteneciente a la DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia). En México se reactivó la orden de prisión contra el coyotero que fue detenido junto a la niña y dejado luego en libertad. En Ecuador la Fiscalía inició instrucción fiscal contra 4 personas, dos se encuentran detenidos y dos con orden de captura. Nohemí fue agredida sexualmente, según revela un funcionario de la Fiscalía de Tambo. Un final muy distinto a la leyenda grabada en su lápida: ‘Una muerte tranquila, semejante a un sueño de paz cerró sus ojos, pero su alma se elevó a la mansión de la luz eterna”.