El mismo hombre que fue ingresado en el Hospital de la Policía tras aterrizar en Guayaquil, apenas dos días antes, en Asunción, tomaba caminatas, hacía las compras, iba a la lavandería y daba clases a niños. Una vida de incognito que se terminó cuando la Interpol de Paraguay lo detuvo y expulsó hacia Ecuador, donde era requerido por la Justicia por la violación de una menor de 13 años a la que embarazó. Ha pasado ya un año y Jorge Glas Viejó continúa hospitalizado a pesar de tener una sentencia de 20 años en su contra. Aquí la reconstrucción de la historia no contada del padre del Vicepresidente durante su idílico exilio.
¿Qué hace que un adulto mayor de apariencia cortés y solvencia económica se instale en un populoso sector ubicado a 5.000 kilómetros de su lugar de origen? La pregunta se la hizo una sencilla familia del barrio Nuestra Señora de Asunción de la capital paraguaya, cuando un ecuatoriano tocó a su puerta para alquilar una pieza a razón de 400.000 guaraníes mensuales (unos $80). La respuesta los dejó en shock. El inquilino, que se presentó como un maestro retirado, no tardó en acoplarse a la familia y ganarse la devoción de los más pequeños, que comenzaron a guardar su mesada para hacerle obsequios. Era su manera de corresponder a las reiteradas atenciones del profe Jorge, como le decían cariñosamente. “La nena le dibujaba: Jorge te quiero, Jorge sos el mejor profe, Jorge te adoro”, recuerda la madre.
Todos los días, al caer la noche, la sala de la modesta vivienda se convertía en un salón de clases, donde el nuevo integrante dictaba lecciones gratuitas de inglés a los niños de la casa de 10 y 11 años, y a dos vecinitos de edades similares. El más pequeño e inquieto del hogar, de 5 años, se les unía eventualmente atraído por los dulces, galletitas, gaseosas y leches chocolatadas que el maestro les compraba; además de la merienda, que tomaban todos juntos al final de la clase. “Les ayudó muchísimo, tenían absoluto 5 (sobresaliente) en inglés”, recuerda la arrendataria y abuela de tres de los estudiantes. “Todo era para las criaturas, todo. A veces les compraba los útiles a mis dos niños y hasta los uniformes”, comenta la madre. “Siempre tenía mucha plata”, añade.
El profe Jorge se cambió de casa, “porque como era viejito no le gustaba bañarse con agua fría y no estaba a nuestro alcance ponerle calefón”, explica un integrante de la familia que lo acogió. Todos tenían sus ocupaciones y no podían estar a su disposición para calentarle agua en una olla, pero él justificaba sus pedidos con sus dolencias: “Es que me siento mal, mi corazón”. Aún así, era tanto su apego por los niños que después de abandonar la casa continuó regresando diariamente para dictar sus clases hasta el día de su detención. Era 13 de mayo de 2014 y Jorge Glas Viejó, requerido por la justicia ecuatoriana por la violación de una menor de 13 años, se dirigía a sus lecciones de inglés cuando fue interceptado en frente de su vivienda por la Interpol de Paraguay.
Los vecinos del barrio recuerdan a Glas Viejó como una persona normal con un halo de misterio. Lo veían tomando tereré (té típico de Paraguay) con una de sus arrendatarias o pasando a la lavandería, al supermercado o a comprar comida preparada, pero no entendían porqué, durante los últimos meses, se había cambiado al menos tres veces de casa, Todas estaban separadas por escasos metros de distancia. Sus únicas pertenencias eran una cama, un plasma, una laptop de la que era inseparable, un aire acondicionado y una nevera, que instalaba en los cuartos que alquilaba a precios similares, y que tras su detención y sin que nadie las reclame, pasaron a manos de la mujer que le hacía la limpieza. Nunca ocultó su nombre, sí su prontuario y solía decir que tenía un hijo médico en Ecuador y una en Argentina, que le enviaban dinero para solventar sus gastos. A nadie le contó que uno de sus hijos era vicepresidente de Ecuador. ¿Y el motivo de su larga estancia? “Soy una persona que después de jubilarme quería viajar por el mundo”, había dicho, y agregado que durante su paso por Paraguay se enamoró del país y decidió quedarse. Un lobo vestido de oveja en un país que al día de hoy, está conmocionado por el embarazo de una niña de 10 años, violada en repetidas ocasiones por su padrastro.
Jorge Glas Viejó entró a Paraguay el 29 de octubre de 2011 por el puesto fronterizo Puerto Falcón, en el límite con Argentina y a solo 45 kilómetros de Asunción. Justo un mes después de que se le perdiera la pista en Guayaquil, en donde lo buscaban por repetidas violaciones a una niña que estudiaba en el colegio en el que fungía de director. Lo hizo con un pasaporte alemán, donde quedó asentado su ingreso. “No teníamos conocimiento de su presencia”, asegura Miguel Leguizamón, Comisario de Interpol Paraguay.
Los que más sufrieron con la detención de Glas Viejó, fueron sus pequeños estudiantes, que no salían de la conmoción cuando vieron a su querido profesor empapelado en los noticieros. Mientras que los vecinos, no dejaban de interpelar a sus padres sobre el comportamiento de su maestro y ex inquilino. “Nosotros dijimos: gracias a Dios nunca los dejamos solos, por más que se mostraba demasiado bueno… No por pensar mal, sino por precaución”. La joven pareja lo recuerda como un hombre generoso, súper preparado y dulcero. Tenía el frigorífico llenó de postres, cremas y gelatinas de colores. Una mujer que se encargaba de la limpieza de su desordenado cuarto, se los preparaba semanalmente. Se acuerdan también de que repetía siempre el mismo atuendo: un pantalón de vestir negro o beige, y una camisa marrón con bolsillo, y de que pasaba horas contemplando las fotos de una niña de unos trece años, que decía que era hija suya y que la madre no le permitía llevarla a Paraguay. Luego descubrieron en internet que se trataba de la pequeña que había abusado en Ecuador. Y de una cosa más, lo veían siempre con una cartuchera repleta de medicamentos, que según les decía eran para su corazón. Incluso, en una ocasión se hospitalizó, pero superado el impasse, continuó con sus actividades cotidianas. Una de ellas, ir todas las mañanas en busca de sus medicinas.
Inmediatamente después de su detención, Jorge Glas Viejó fue conducido al Hospital de Policía Rigoberto Caballero, donde la doctora Linsi Cabrera certificó que estaba en condiciones de viajar. “Antecedente de cirugía cardiaca… actualmente en tratamiento médico”, dicta parte del informe y concluye que “el paciente se encuentra estable y que el aumento de la presión arterial es emocional”. De no haber sido así, “se le hubiese internado en un hospital hasta que se resuelva (la complicación)”, asevera el comisario Leguizamón de Interpol Paraguay. “Yo no recibo un detenido sin previo diagnostico médico… esa es una regla de procedimiento en todas partes”, añade.
Aunque entre los moradores del barrio Nuestra Señora de Asunción se rumoraba después del operativo de captura, “que la Policía ya le andaba pescando al ecuatoriano con autos particulares”, el comisario Leguizamón asevera que la Interpol conoció del caso por informaciones de otras dependencias, que notificaron sobre un alemán medio raro, que hablaba perfecto español y estaba infringiendo las leyes migratorias. Entonces el personal procedió a su detención y traslado, “y acá se descubrió quién era realmente”. El siguiente paso, después de constatar que Glas Viejó tenía una alerta roja, fue notificar a sus pares en Quito, quienes respondieron inmediatamente pidiendo se les informe sobre “la factibilidad de la deportación o expulsión inmediata, con la finalidad de realizar las coordinaciones respectivas en nuestro país”. Lo hicieron a través del sistema de comunicación I24, según quedó registrado en documentos obtenidos en Paraguay.
“Interpol Quito nos facilitó todas las informaciones y en base a eso migración inmediatamente dispuso que sea expulsado del país”, comenta Miguel Leguizamón. “No fue extradición, porque el no tenía orden de captura en el país pero estaba en violación a las leyes migratorias”. En realidad, esa fue la forma más fácil de devolverlo al país de origen. Caso contrario, había que localizarlo, comunicar al juzgado y solicitar la orden de captura con fines de extradición. Luego había que detenerlo, remitirlo a la penitenciaría nacional y abrir un expediente. “En ese caso lleva mucho tiempo para que el país solicitante presente toda la documentación”, explica Leguizamón y reitera que no se lo hizo así porque no tenían conocimiento sobre su presencia. “Lo que se hizo acá fue un procedimiento netamente administrativo”.
Desde Quito enviaron los pasajes, y por pedido de la Dirección de Migración, dos miembros de Interpol Paraguay acompañaron a Glas Viejó en su periplo de regreso. Salieron la madrugada del 14 de mayo de 2014, en un vuelo de Copa Airlines desde el aeropuerto internacional Silvio Pettirossi y pisaron suelo ecuatoriano a medio día. El último reporte que reposa en el expediente de la Policía paraguaya es que su personal entregó a Jorge Glas Viejó a las autoridades nacionales. Una vez en Guayaquil, el detenido fue embarcado en una ambulancia y trasladado hasta el hospital de la Policía, sin que el juzgado que tramitaba su causa se haya dado por enterado. ¿Cómo explicarlo? “Es padre del vicepresidente de la República, es la única explicación que puede haber”, sostiene el abogado de la menor abusada, Silvio Enríquez. El vicepresidente Jorge Glas Espinel, en su momento desligó cualquier vínculo con su padre, incluso aseveró que este lo abandonó cuando era un niño. No ha vuelto a referirse al caso.
Un año después de su llegada Jorge Glas Viejó no ha pisado la cárcel a pesar de tener una sentencia de 20 años de prisión por violación. Según explica el abogado de la víctima, el recurso de apelación ha sido declarado en abandono, y en ese sentido la sentencia debería estar ejecutoriada. Pero en lugar de eso, el proceso ha regresado al tribunal de origen, que primero ha dicho que no a un recurso de casación presentado por la defensa del acusado, y luego que sí a un recurso de hecho, lo que hace que el trámite se siga dilatando según afirma Enríquez. Agrega que el Código de procedimiento penal con el que se juzgó a Glas Viejó, niega la posibilidad del arresto domiciliario, por lo que el acusado debería estar en prisión. En lugar de eso, el hombre que era adorado por sus estudiantes en Asunción y gustaba de tomar tereré en la vereda, ha tenido una larga estancia en el Hospital de Policía de Guayaquil. El 14 de mayo pasado cumplió su primer aniversario.
Los abogados de la menor, que es madre de un niño de tres años fruto de los abusos, dudan incluso de que Jorge Glas Viejo esté hospitalizado. Refieren que la última providencia respecto a su ubicación data del 8 de diciembre de 2014, día en que la Sala Especializada de la Corte del Guayas, que conocía la apelación, autorizó “por tratarse de un asunto urgente” su traslado al departamento de Oftalmología de la Clínica Kennedy para un procedimiento médico. En ese mismo escrito declara en abandono el recurso de apelación de Glas Viejo, dado que su abogado no compareció a la audiencia oral, pública y contradictoria fijada para el 4 de diciembre.
Lo cierto es que Jorge Glas Viejó sí estuvo en la Kennedy por una intervención ambulatoria, según confirmó personal de dicho centro asistencial. Luego retornó al Hospital de Policía, donde se encuentra hasta el día de hoy. Así lo pudo comprobar un reportero, que llegó hasta su habitación ubicada en el tercer piso y sostuvo una breve plática con él en un tono cordial.
-Señor Glas soy periodista, quisiera conversar con usted.
-Imposible. De ninguna manera.
-Le tengo dos preguntas puntuales.
-No me tienen permitido hablar.
Eso fue todo. El procesado, que había llegado hasta la puerta a paso lento, vistiendo pijama y pantuflas, procedió a cerrarla. Adentro se encontraba un policía y un visitante que había arribado minutos antes. Glas Viejó tenía un aspecto deteriorado, cabellos blancos y ojeras pronunciadas. Eso sí, no tenía ninguna vía en los brazos. Atrás quedaron sus días en Asunción, donde no se perdía su visita semanal a la peluquería del barrio para teñirse de negro el cabello y las cejas.