Pueblo Nuevo no es, exactamente, nuevo. Es un pueblo pequeño, de campesinos amables pero algo desconfiados, de casas de caña, madera y cemento, que no lucen pintura de colores vivaces, pero sí el amarillento tono que deja el polvo que no cesa de volar en el ambiente. Es un pueblo que no goza de comodidades y que, para quienes van de visita o de pura casualidad, puede darles la impresión que a su gente no le importa demasiado. Impresión equivocada, por cierto.